Una puesta de sol con el mar de fondo.
Un frondoso bosque cubierto por la nieve. El espectáculo de las
montañas impertérritas cubiertas por una constantemente cambiante
capa de árboles con cada hoja en un tono diferente de color. Una
limpia y perfecta noche estrellada. Un precioso acantilado con las
olas rompiendo como si tratasen de tirar abajo el mundo.
Podría seguir enumerando espectáculos
que puedo disfrutar y emocionarme viéndolos. ¡Qué regalo poder ser
testigo de semejante belleza! Estoy profundamente agradecido por
poder tener semejante privilegio.
Pero hay un privilegio que me hace aún
más afortunado. Aún hay un cuadro más bello que puede pintarse
delante de mí. Uno que me hace aún más especial, mucho más feliz.
Una imagen que prefiero tener delante antes que cualquier otra, antes
que cualquier privilegio, que cualquier otra estampa. Tu sonrisa.
Me da fuerzas, me hace respirar
tranquilo, me ilusiona, me empuja, me enamora, me hace estar
agradecido, me hace ver que merece la pena seguir luchando, me
encanta. Tanto me gusta que quiero dedicar mi vida a que nunca se
apague, que ningún día te falte una sonrisa en el rostro, que jamás
se extinga tu alegría.
Dios me ha entregado a una amiga
encantadora, a una compañera preciosa, a una novia bellísima, a una
mujer valiosa, a ti. Y ahora, ya en la cuenta atrás de nuestro gran
día, quiero, más que pedirte que seas la mujer perfecta para mí,
encargarme de ser el hombre perfecto para ti, el que cuide tu sonrisa
y tu corazón con todas sus fuerzas y hasta que se acaben.
Este es el tiempo que me queda para
verte venir vestida de blanco hacia mí. Disfruta tu tiempo de
soltera, y mantén tu sonrisa. A partir del 10 de agosto, me ocupo
yo.
Te amo, Rebeca.
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