Apuntarme
al gimnasio, aprender inglés, salir a correr, dejar de fumar, comer
sano o dedicar más tiempo a mis seres queridos. A la mayoría de
nosotros nos gusta hacer balance de lo que hemos hecho el año
anterior y tener propósitos que queremos cumplir para el nuevo año
que entra. Y esto es porque, en mayor o menor medida, reconocemos que
no lo hemos hecho tan bien como hubiéramos deseado en el año que se
nos ha agotado, y que tenemos una nueva oportunidad de volver a
intentarlo en el que estrenamos, y ahora ya sí sabemos que si nos
esforzamos en eso en particular, saldremos ganando. Buenos
propósitos, ganas de mejorar, sanas ambiciones.
Otra
cosa es que lo pongamos en práctica.
Según
las estadísticas, los gimnasios se llenan a primeros de enero, las
academias de idiomas se abarrotan al comenzar cada año, las tiendas
de deporte hacen su agosto, incluso se acuden mucho más a los
métodos más variopintos de dejar de fumar. Pero la potencia que
hemos adquirido a base de polvorones y buenos deseos, apenas dura un
par de semanas, con un poco de suerte, tres. Así que, lo más
probable, es en un año, estaremos pensando más o menos en los
mismos propósitos para el 2015 y pensaremos que, esta vez sí, los
vamos a llevar a cabo. Pero solo será la inercia de las buenas
intenciones y los polvorones, y solamente durarán dos semanas, con
un poco de suerte, tres.
Pero
siempre quedará ahí, en nuestro corazón, el deseo de cambiar, de
mejorar, de ser alguien que no somos y esperamos llegar a ser.
Porque, en lo más profundo de nosotros, tenemos la convicción de
que hemos sido creados para algo más, que no estamos aquí para
cometer una y otra vez los mismos fracasos, que no puede ser que
estemos destinados a fallar, a tropezar cada vez, durante toda
nuestra vida, en la misma piedra.
No
estás aquí para ser un fracaso, un cero a la izquierda. Este año
no tiene que ser una ruina, marcada profundamente por tus miserias y
por la gran crisis en que estamos metidos. No tienes por qué vivir
una vida sin propósito y sencillamente avanzando, sorteando las
zancadillas de la vida, a trancas y a barrancas, sin más potencia
que vivir la vida hasta que se acabe. Hay algo más alto, más
sublime.
El
propósito para este año puede ser el ser, estar y hacer exactamente
para lo que fuiste diseñado. Ese sí es un buen propósito de año
nuevo. Y este propósito será un gran fracaso si solamente lo
mantienes durante un par de semanas, con un poco de suerte, tres. Y
será todavía más fracaso si intentas llevarlo a cabo sin incluir
en la ecuación de tu vida al que te diseñó, te puso donde estás y
está llamando a tu puerta esperando a llenar tu vida de sentido.
...yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.
Jesús (Juan 10:10)
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