Y
para muestra, un botón. Si hace unos 200 años hubiésemos ido de
vacaciones por Alemania, es posible que nos encontrásemos con un
hombre que cambió la historia con su filosofía, Georg Wilhelm
Friedrich Hegel, más conocido sencillamente como Hegel.
Este hombre, entre otras muchas contribuciones al pensamiento, ideó
lo que él llamó la dialéctica,
más específicamente materialismo
dialéctico.
Muy en consonancia con la época, la intención de este filósofo era
la de buscar
la manera práctica de arrinconar cualquier rastro de Dios en el
pensamiento y en la sociedad para exaltar la grandeza del raciocinio
humano y
la búsqueda de explicaciones y de soluciones huyendo de aquel padre
controlador y tirano que era Dios.
El
materialismo
dialéctico
es un método filosófico para explicar el cambio en las sociedades y
en los individuos que se basa en la progresión de cada movimiento o
cambio como el intento de solucionar los males del anterior.
Es decir, la Revolución Francesa surgió como un intento de traer la
libertad que estaban ansiando los europeos y que era limitada por el
Antiguo Régimen, pero también ésta tenía sus limitaciones, porque
era la primera vez que en Europa se disfrutaba de libertad, así que
también tuvieron que surgir cambios o conflictos que lo llevaran a
ser mejor. El materialismo
dialéctico
es un método que, además de ser netamente materialista, como su
propio nombre indica, en el sentido de basarse
única y exclusivamente en criterios físicos para describir la
realidad,
es sumamente optimista, creyendo que los
males del hombre son un pretexto para ir cada vez a mejor y que los
cambios que se originan,
aunque sean aparentemente aleatorios, van a constituir una sociedad
mejor. De este materialismo
dialéctico
se aprovecharon otros pensadores que aplicaron esos principios a
otros campos, como a la biología por Charles
Darwin,
que aplicó este principio a su teoría
de la evolución de las especies
(usando las mismas ideas, de que el cambio solamente está originado
por razones materiales en el progreso que hace que se pase de unas
especies a otras y que el azar siempre será ventajoso en los cambios
o mutaciones) o a la política, como Carlos
Marx,
que aplicó la filosofía de Hegel a lo que llamó la Lucha
de clases,
como la manera de explicar la Historia.
Hasta
aquí puede parecernos maravilloso. Una manera de explicar la vida,
la aparición y desarrollo de las especies o los cambios políticos
mediante criterios
solamente materiales, sin inferencias espirituales, y mediante una
teoría optimista,
¿qué más se puede pedir? ¿Puede haber algo malo en eso?
Pues
la verdad es que sí, y mucho. Porque
el reducirlo todo a lo material, hace que nada más tenga
importancia, deshumanizando desgarradoramente nuestras conciencias.
Me explico. Si mis actos son solamente una respuesta a lo que hay a
mi alrededor, y lo único que nos interesan son los resultados, el
bien y el mal quedan automáticamente fuera de juego. El
bien solamente será mi
bien, y el mal solamente será mi
mal.
Si los males del hombre son solamente un pretexto para ir cada vez a
mejor, lo que yo haga no importa tanto, el daño que haga a la gente
no es trascendente. Cuando unes un optimismo relativo, es decir, que
aunque nada está en control, al final, todos los actos llevarán a
un bien común, con el materialismo más agresivo, es decir, la
negación de la importancia de nada más allá de lo que se puede ver
y tocar, las consecuencias solamente pueden llevar a donde llevó la
magnífica
idea
de Hegel, al exterminio de millones por el “bien de la humanidad”.
En
los años 30 del siglo pasado, un hombre, un partido y una filosofía
llegaron al poder en Alemania. Adolf Hitler era el hombre, el partido
era el Nazi y la filosofía era el “Nacionalsocialismo”. Hitler
tomó prestado el materialismo
dialéctico
Hegeliano (ampliado por Darwin, Marx y Nietzsche) y lo llevó hasta sus últimas
consecuencias, de una manera muy lógica y práctica. Si solamente lo
material es lo importante, y no hay restricciones morales ni éticas,
ni la muerte de otros importa ni las guerras importan, son solamente
un medio para lograr un fin. Si
somos únicamente el resultado de una serie de mutaciones aleatorias,
y considero que mi raza es la cima de este proceso, el resto de las
razas son solamente una lacra, destruirlos iría a favor del
desarrollo de la humanidad y su erradicación sería un acto que
ayudaría al progreso de la especie humana. Si
el materialismo dialéctico es cierto, las conclusiones de Nietzsche
(sobre las que también se basó el nazismo) son ciertas; la
misericordia, el ayudar a los débiles y el mostrar clemencia alguna
son actos terroristas en contra de la humanidad, que necesita que los
más fuertes sobrevivan para prosperar, porque la ayuda a los más
débiles solamente hará que seamos cada vez peores. Todo lo
contrario, debemos erradicar la debilidad y el mal de la humanidad.
Da
miedo el intentar meterse en la cabeza de estos pensadores. Da
vértigo hasta dónde llegan las consecuencias de una idea, al
parecer, inofensiva y buena.
Filosofía
viene de dos palabras en griego, amor
y sabiduría,
así que significa amor o aprecio por la sabiduría. En la Biblia, en
multitud de ocasiones, se nos dice lo que es la verdadera sabiduría,
y es el conocimiento y el temor de Dios (Proverbios 1:7, 1:9,10, 2:6,
Colosenses 2:3, etc.) Así, la definición de filosofía según la
Biblia es, ni más ni menos, amor a Dios. Porque
Dios no es ese padre tirano que se creía en tiempos de Hegen, u hoy
en día.
Dios no es el que quiere aguar la fiesta, poner miles de reglas y
oprimir, todo lo contrario. Dios es el único que trae liberación,
el único que da buenos consejos para vivir y el único de quien
puedes
seguir Su sabiduría hasta sus últimas consecuencias, porque te
llevarán a la vida, y no a la muerte; a la libertad, no a la
esclavitud; a vivir de verdad, no a perderte la vida.
Cuando
la filosofía deja de estar anclada en lo que Dios ha dicho, en el
plan que Él ha tenido para la humanidad, reflejado inequívocamente
en Su Revelación, la Biblia, deja de ser sabiduría, porque deja de
reflejar a Aquel de quien viene la sabiduría, y comienza a ser
estupidez, o aún peor, algo terrorífico que justifica o incita a
las mayores atrocidades. Es
por eso que en ese momento ya no seguimos una filosofía, sino una
filoanoisía, amando la estupidez humana más que la auténtica
sabiduría.
Continuará...
1 comentario:
Excelente texto. Dios te bendiga
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