jueves, 8 de diciembre de 2011

Las dos religiones


Hace tiempo planteé una definición de “religión” que sigo manteniendo a día de hoy. La religión es el intento del hombre de acercarse a Dios. Así se podrían  resumir todas y cada una de las religiones que hay en el mundo. En esencia son todas la misma. Hay algunos cambios en cuanto a algunas cuestiones, como por ejemplo, unas se basan en unos escritos y otras en otros, algunos toman como base la Biblia, otros el Corán, el Talmud, el Libro del Mormón, el Rig Veda o el Tipitaka son algunos de ellos. Otros ni siquiera se basan en ningún libro. Otros creen que llegarán a trascender, a convertirse en dioses, otros afirman que todos somos dios, o que dios está en todas partes, o que todo es dios, otros dicen que no hay dios, y solo hay una fuerza que mantiene todo. Todo esto son detalles, detalles más o menos importantes, pero la base de esta religión universal es la misma, que debemos hacer algo para obtener algo. Ahí está la clave de todo. En llegar a ser lo suficientemente buenos, o santos, o a saber suficiente, o a ser lo suficientemente “algo”. Si lo logramos, tendremos algo mejor, ya sea Nirvana, ir al cielo, convertirnos en dioses en otros planetas, o ser uno con la Madre Tierra.  Los artificios y los detalles no cambian la base de la religión, el hacer algo para obtener algo.

En este sentido, la Biblia nos enseña otro concepto de religión, aunque en su nombre se hayan levantado muchas "religiones" con el mismo planteamiento que comentaba antes. Muchos pueden pensar que el cristianismo se trata de otra religión más, que si se le quita el cascarón que estoy eliminando en el resto de las religiones, llegamos a un “más de lo mismo”. Nada más lejos de la realidad. No al menos si nos referimos al cristianismo que propone la Biblia, no al que se ha tergiversado en innumerables ocasiones por parte de unos y de otros.

La Biblia no nos presenta nada parecido a lo que decía antes y que se resumía en “hacer algo para obtener algo”. La Biblia no nos enseña que el premio final, sea cual sea, se vaya a ganar mediante una serie de artificios o buenas acciones. La Biblia parte de la base de que este método de buscar nuestro propio bien mediante una serie de procesos, estén como estén orquestados, resultará en fracaso absoluto. Parte de la base de nuestra incompetencia para agradar a Dios, para llegar a la meta solos. Parte de la base de nuestra incapacidad de conocerle, de entenderle. Parte de la base de nuestra imposibilidad de llevarnos bien entre nosotros, de tener paz con nuestros semejantes. Parte de la base de que no podemos, no sabemos y no queremos hacer las cosas a derechas. Parte de la base de nuestrajusta y merecida condena.

Y esta es una buena base desde donde partir. Porque solamente podremos reaccionar ante la realidad si la conocemos. Si dormimos plácidamente y no nos damos cuenta que nuestra casa se está quemando, jamás reaccionaremos a tiempo para salvar nuestro hogar o nuestra propia vida de las llamas. Y este caso es de extrema urgencia, no podemos quedarnos sin hacer nada ni tomar partido en algo que conlleva nuestra vida o nuestra muerte eternas.

Pero esta base, aunque sea más real que otras, no lleva a ningún sitio por sí sola. Por mucho que yo sepa que soy un drogadicto, aunque sea un buen punto de partida el reconocer esta verdad, no me llevará por sí solo a cambiar mi modo de vivir ni a salir de la droga. Necesito ayuda. Pero no me vale la ayuda de otro drogadicto. Esto solo me servirá para caer más aún los dos en nuestro mal. Necesito ayuda de alguien que no tenga ese problema, de alguien que no me lleve a pasear por los sitios donde se vende eso que me atormenta, que no me hable de lo bien que sienta cuando vas puesto. Necesito ayuda externa. Pero, en el caso que nos ocupa, ¿quién va a ayudar a una persona que quiera salir de su situación terrible en la que se encuentra en relación a Dios? Tiene que ser alguien perfecto, alguien que no tenga el problema del pecado, ni que tenga el problema de no conocer a Dios, alguien lo suficientemente humano para entenderme y acercarse a mí, y lo suficientemente divino para superar los obstáculos que yo y todos los demás tenemos delante.

La respuesta a esta incógnita es Jesús, el Cristo. Un humano, cumplidor de toda la ley, santo, bueno, perfecto. Humano enteramente para poder confiar en él, para que me entienda, para que sea justo que cargue con mi maldad. Dios completamente, para que tenga el poder de perdonar pecados, para que tenga el poder que me lleve a salvar los obstáculos que tengo delante y que me impiden el acceso a Él. Perfecto en todos sus caminos para que su sacrificio en mi lugar sea aceptado, sea sencillamente impoluto. Alguien que, a pesar de ser humano perfecto, haya demostrado no venir de parte de Dios, sino serlo él mismo. Jesús es la clave de la ecuación. Es el elemento que da la vuelta a la religión. Ya no tenemos que hacer nada para obtener la paz con Dios, para llegar a la meta de una pieza. Ya no tenemos que dar nuestra vida para acallar nuestras conciencias. Porque ya está pagado, porque todo lo que se podía hacer ya está hecho. Porque el Creador del cielo y de la tierra se hizo hombre para buscar lo que se había perdido, sabiendo de sobra como sabía que no había otra esperanza para el ser humano, que por mucho que nos esforzásemos, jamás llegaríamos a la medida que se espera de nosotros.

Así que aquí tenemos otra religión, una instaurada no por libros sagrados en sí mismos, ni por hombres que buscan el bien supremo, una religión que no se basa en el “hacer para obtener”. Aquí tenemos una religión, en la que el hombre no se acercó a Dios, sino que fue Dios el que se acercó al hombre para ofrecerle salvación de una manera gratuita. Dios le dio la vuelta a la religión y lo hizo todo. Absolutamente todo.

Así que, en esencia, existen dos religiones en el mundo. Una creada por los hombres y que se basa en el “hacer para obtener”. Y otra creada por Dios mismo, con la impronta de su sangre y la evidencia de su resurrección que está basada en el “ya está pagado”.

Ahora llega cuando cada persona decide qué hacer con su vida, qué senda elegir, qué religión seguir, a quién hacer caso, a Dios o a los hombres.

"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;  no por obras, para que nadie se gloríe."
Carta de San Pablo a los Efesios, capítulo 2, versículos 8 y 9.

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