“Yo no soy culpable de lo que hago. No yo. Yo en esencia soy
bueno, lo que pasa es que he tenido unas circunstancias en mi vida muy
difíciles. Fíjate, mi padre me pegaba, mi hermano mayor siempre me culpaba de
todo lo que él hacía, de todo lo malo, claro. Mis compañeros de clase se reían
de mí. Todo eso me marcó, me traumatizó. Fíjate si lo pasé mal que hasta me caí
un par de veces y me rompí un brazo, de cada vez uno diferente, la primera el derecho y la
segunda el izquierdo.
No es justo que yo sea culpable de lo que hago, si no me
hubieran pasado todas esas cosas horribles, yo ahora sería presidente del
gobierno, o mejor. Yo no soy culpable de lo malo que hago, yo soy una víctima.
Una víctima de la apatía de los demás, de su hostilidad abierta hacia mí, de
sus actitudes críticas, soy una víctima de aquella piedra que me tiró un chico
en las prácticas porque solamente mencioné a su madre en una desafortunada
afirmación, afirmación que, por supuesto, solo dije porque la había oído en
casa, el vecino de abajo solía gritar obscenidades a eso de medianoche cuando
llegaba a casa tarde y se me pegaban. Pero aquello tampoco era culpa suya, se
emborrachaba y decía aquello porque tuvo una infancia muy dura, incluso se dice
que pilló un par de veces a su mujer con otro hombre en plena faena, pobre
hombre, se puede entender que fuera así de borde y de borracho.
Así que yo crecí con todas influencias malignas, tan
malignas que no tuve más remedio que unirme a ellas y convertirme en lo que soy
ahora, así que si ahora gasto todo mi dinero en drogas y alcohol, si ahora soy
así de desagradable con todos los que me ayudan o intentan hacer algo de mí, si
robo, si insulto a la gente, si gano todo el dinero trapicheando con quien sé
que no debo, si hago todo lo que hago, es porque viví lo que viví y porque
ellos me hicieron así. No me juzguéis, soy una víctima.
Mi padre, que me pegaba a diario, lo hacía porque su padre
le pegaba a él a diario también. Tampoco es responsable, solo una víctima
también. Aunque a veces le odie, le odio por lo que él ha hecho de mí, aunque
sepa que él es otra víctima por lo que a él le hizo su padre. Creo que mi
abuelo también tuvo esta misma herencia de su padre, otra víctima más. Mi
hermano aprendió a culparme de todo lo que hacía de un amigo suyo, nuestro vecino
de arriba, dos años mayor que él. Creció bajo sus faldas y siempre culpaba a su
hermano menor de todo lo malo que hacía también, además tenía mucha maña para
hacer ver a todo el mundo que lo que hacía realmente era culpa del pobre
chiquillo. Mi hermano también era una víctima, no le culpéis. Y seguramente los
niños se rieran de mí por los estándares de la sociedad, en los que si no eres
exactamente como los demás se te margina, es por eso que a mí me hacían
aquello, ellos pensaban que todo el mundo debería jugar al badminton, yo no lo
hacía, me parecía un deporte un poco ridículo, yo era más de cricket, así que
me apunté al equipo local de cricket cuando era muy pequeño. Aquello no fue tan
buena idea como pensaba. Pero los pobres chavales que se reían de mí, aunque a
veces les odie, eran víctimas de la sociedad que les convencía a odiar a los
diferentes.”
Seguramente os sonará este razonamiento. En el que la gente
no es responsable de lo que hace porque sencillamente es una víctima de lo que
les ha tocado vivir, o de sus influencias. Una sociedad de víctimas que no es
responsable de lo que hace. Es curioso porque cuando yo hago algo, es por culpa
de lo que otro hizo, pero ese mismo que lo hizo, también es víctima de lo que
hizo otra persona. De esta manera nadie es responsable y podríamos seguir esta
cadena en que cada uno es víctima del que le precede y empuja su
responsabilidad hacia él. Si seguimos esta cadena, podremos llegar a que el
culpable de todo es, dependiendo de la teoría que apoyes en cuanto al origen de
la vida, Adán o un protozoo. Pero, desde luego, yo no lo soy, ni tú tampoco.
Pues bien, creo que esta razón, el pensar que todos somos víctimas
(o al menos yo, desde luego), es una de las principales por las estamos
como estamos. Me explico, una víctima no tiene que pedir perdón, una víctima no
tiene que cambiar absolutamente nada, una víctima solamente tiene que recibir,
no tiene que dar. Una víctima debe ser objeto de cariño, de comprensión, de
afecto, de empatía… Una víctima solo debe sentarse y esperar a que otro venga y
le apoye, le abrace, le solucione el problema, después de todo, él no es
responsable, solo es una víctima. Mientras que el culpable, el verdugo, el responsable de
algo debe reconocer su error, debe tratar de buscar una solución al problema,
procurar poner medios para que no se repita la situación que causó, el culpable
debe dar, debe restituir lo que destrozó, debe devolver lo robado, debe pagar
lo gastado, debe enmendar el daño causado.
Vivimos en una sociedad de víctimas que simplemente empatizan
unos con otros para sentirse mejor, culpando a otros como responsables de que
ellos mismos hayan llegado a ser y a hacer eso. Echamos balones fuera para no
tener que reconocer nuestros propios males, somos expertos en excusarnos y
parecer como el pobrecito cordero que solo precisa de comprensión y cuidado.
Una víctima no tiene porque pedir perdón, solo tiene que
recibir de los demás. El culpable debe cambiar algo, debe saberse y actuar como
responsable de lo que hace y de lo que dice.
Nuestra sociedad necesita de más gente que reconozcan su
culpabilidad, y necesita menos víctimas inocentes que nada tienen que ver con
su propia pena. Por la sencilla razón de que la sociedad necesita un
cambio, nosotros mismos necesitamos comenzar ese cambio en nosotros mismos, y
el cambio debe empezar por sabernos responsables, por saber que sí, que somos
responsables, que debemos cargar con las culpas y con las cargas de nuestros
errores, que debemos reconocer lo que hemos hecho, que debemos tratar de
hacerlo mejor.
Hoy tengo una petición para ti y para mí. Dejemos de ser víctimas
y comencemos a reconocernos culpables. Dejemos de recibir y comencemos a dar.
Dejemos de lamentarnos y comencemos a actuar.
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