Hoy
he tirado un ramo de flores a la basura.
Los
pétalos habían caído, las hojas estaban secas, el antaño
delicioso aroma primaveral se había esfumado en el tiempo. Fueron un
regalo, con todo mi amor, para mi esposa. El vertedero será su fin.
Posiblemente
hayas estado enamorado alguna vez en tu vida, quizá hasta lo estás
en este momento. Quizá hayas regalado flores a tu amor, con todo tu
corazón, quizá hasta te las ha aceptado con todo su corazón
también. Quizá todo ha sido un cuento de hadas, en esos momentos en
que los pétalos están frescos y relucientes, en que las hojas
irradian vida y verdor, en que el aroma embriaga los sentidos en un
halo de belleza y perfección. Esos momentos de ensueño parece que nunca van a terminar, que el viento siempre soplará a
nuestro favor, esos momentos hacen que nos sintamos exultantes, como
si nada pudiera tocarnos, como si la vida hubiera sido creada para
ese instante en particular, y todo lo demás poco importa.
Pero
el mundo, el tiempo, las circunstancias y nuestras faltas terminan
haciendo que las flores se sequen, terminan haciendo que el sueño de
la eterna primavera quede sofocado por el destructor sol estival, y
es en estos momentos en que comienzas a plantearte que quizá el
cuento de hadas solo era un escalón.
Hoy
he tirado un ramo de flores a la basura.
Y
con él, he tirado un pedacito de mi orgullo, de mí mismo. En algún
lugar de aquellas flores marchitas se me enredó el alma, y al
tirarlo, me caí al contenedor. El vertedero será mi fin.
Y
ha sido en ese momento, en que me he dado cuenta que las flores no
están hechas para una vida, sino para un momento. Que el dulzor de
su aroma, los colores que la engalanan, la alegría que desprende
morirán. Pero que así está bien.
Porque
es en esos momentos, cuando que ves caer el ramo a la oscuridad, que
puedes comprender que no era tan importante, al fin y al cabo. Es en
esos momentos en que te ves caer al contenedor, cuando eres
consciente que no se trata de ti, ni muchísimo menos. Es en esos
momentos, cuando ves que el cuento de hadas se llena de lobos, en que
tienes que despertar de la somnolencia, y ver que el amor que comenzó
con aquel ramo, se demuestra después de tirado a la basura; el amor
del cuento de hadas, se demuestra luchando contra los lobos; el amor
de las sonrisas, se demuestra más allá de las lágrimas. Es en esos
momentos en que te das cuenta, al fin, de que el amor va más allá
del sentimiento, más allá del aroma, mucho más allá de ti mismo.
Es en esos momentos en que te das cuenta que el amor verdadero jamás
será un contrato mercantil, en el que solo das si recibes. El amor
se trata de dar, sin medida, sin esperar nada, sin pensar en ti.
Y
más importante todavía, es en esos momentos, en que te das cuenta
de que, así como las flores van a perecer por sí mismas, cualquier
esfuerzo que hagas está avocado a la muerte de la misma manera. El
cordón de dos dobleces se romperá cuando llegue la tensión, o
quedará unido artificialmente. Pero el cordón de tres dobleces no
se romperá fácilmente (Eclesiastés 4:12), es más, no se romperá jamás. Y al tirar
el ramo, me he dado cuenta de hasta qué punto necesito esa tercera
doblez.
Hoy
he tirado un ramo de flores a la basura.
Y
al tirarlo, me he caído al contenedor también. Y al caer, me he
dado cuenta de que yo no soy el importante, ni el ramo, ni el cuento
que creí vivir. Al caer, me he dado cuenta de que aquí lo
importante es dar, no recibir, es hacer sentir bien, no sentirme
bien. Pero también me he dado cuenta de que yo no soy capaz de
mantener con vida el ramo, que yo no soy capaz de mantenerme en pie
al tirarlo, que yo no soy capaz de dar un paso más con la que está
cayendo.
Hoy
he tirado un ramo de flores a la basura. Y, paradojicamente, es una
buena noticia.
Porque
he podido ver que mi vida no depende de mí, ni del olor de las
flores, ni de nada que pueda controlar. Me he dado cuenta que el amor
es mucho más bello que lo que se me vendió, mucho más colorido,
mucho más vivo. Porque no se trata de flores, ni de cuentos, ni de
mí, ni siquiera de mi mujer. Porque se trata de mi Dios y en Él, puedo estar seguro.
Hoy
quiero poner esta tercera doblez en mi matrimonio, en mi vida, en
todo lo mío. Hoy quiero cambiar mi contenedor por Su regazo. Hoy
quiero dejar de luchar por mí y comenzar a luchar por lo que
realmente importa: mi esposa y mi Dios.
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