Si has tenido el dudoso
privilegio de conocerme personalmente, puede ser que hayas podido ver
alguna que otra actitud en mí que haya hecho que te decepcione
alguna de las cosas que digo ser y/o representar. Es por esto, que he
decidido escribir esta pequeña carta, desde lo profundo de mi
corazón, con la esperanza que alguien de entre las muchas personas a
las que he dañado o confundido a lo largo de mi vida, la lea y pueda
aceptar mis disculpas.
Y quiero comenzar por lo
primero. Lo siento.
Lo siento, desde lo más
profundo de mi corazón. Desde hace muchos años, he tenido amigos,
amigos de esos con los que te puedes estar horas sin decir nada,
porque no hace falta; amigos de esos con los que te puedes estar
horas sin dejar de hablar, con los que puedes reírte sin parar
durante días enteros y con los que puedes desahogarte cuando parece
que el mundo se ha terminado. No os podéis imaginar lo que aprecio y extraño cada segundo que he pasado a vuestro lado. Y a pesar de todo,
durante cada uno de esos años, he sido un hipócrita y un falso.
Aunque no lo penséis ni lo compartáis, no sabéis cuánto lo
lamento. Porque he preferido venderme a lo que todo el mundo hacía,
a la diversión, a la rendición voluntaria, en lugar de plantarme y
comenzar a vivir lo que realmente creo, lo que sé que es verdad. No
me malinterpretéis, no estoy intentando acusar ni juzgar a nadie,
mucho menos a vosotros, esta crítica va en mi contra, porque
habiendo conocido al Dios Verdadero, teniendo completa claridad de lo
que estaba haciendo y de por qué lo hacía, no me detuve. Pero eso
no es lo peor, por lo que más me lamento es por el ejemplo que he
dado, porque hablaba de unas cosas y practicaba las contrarias. Si
hay algo que deseo con todo mi corazón es ver cada una de vuestras
caras en la Eternidad, aunque no haya sido gracias a mí, aunque haya
sido a pesar de mí, ciertamente daría todo lo que tengo ahora por
esa seguridad. Cuando la distancia y la desidia hacen presa, espero
que no haya querido reaccionar demasiado tarde y algún día tenga
que lamentarlo eternamente.
Lo siento. A todos
aquellos que habéis intentado durante años darme buenos consejos,
ayudarme a comenzar a vivir la vida que debía vivir. Los que habéis
estado, durante años, luchando a mi favor mientras yo no quería
escuchar, os debo una disculpa. Estoy pensando en mis amigos y
hermanos del Centro Cristiano de Béjar, que cuando me veíais rumbo
al precipicio y sin ademán de parar, tuvisteis la valentía y el
amor de hacer lo que yo no supe hacer con quienes decía amar, y me
advertisteis. A todos aquellos que no habéis tomado como excusa mi
mal y me habéis hecho el bien a pesar de ello, a vosotros que habéis
contemplado con frustración mi dureza de corazón y no habéis
cesado en vuestras oraciones a mi favor, muchas gracias. Y lo siento.
Lo siento. A unos padres
que han dado lo que tenían y lo que no para, no solamente que
saliera adelante, sino que lo hiciera con unas posibilidades y unas
facilidades que ellos nunca tuvieron. A los que sacrificaron salud,
caprichos y dinero para darme aquello que no supe apreciar, a
aquellos que no estimaron sus posesiones, sus derechos y su bienestar
por encima de los míos, ni siquiera al mismo nivel, sino que
cedieron una y otra vez por mí. A los padres que me han presentado
la lección más tangible y creíble de cómo es Dios. A los hermanos
que han perdonado tanto, animado tanto. A una familia que merece mi
mejor versión, y a cambio ha recibido una decepción tras otra, lo
siento.
Lo siento. A la mujer más
bella, inteligente, sincera y valiosa que conozco, Rebeca, lo siento.
Siento no saber apreciarte como te mereces, siento que tu sensación
con respecto a mí sea más bien la de darte una y otra vez contra la
misma pared. He vivido demasiados años sin ti y, a pesar de eso, no
puedo hacerme a la idea de no estar contigo. Dios ha hecho tanto
bien en mi vida por medio de ti, que no me alcanzan las palabras para
expresar lo agradecido que estoy por tenerte, por cada día que
escoges amarme, por aceptarme a pesar de todo. Eres un precioso
regalo en mi vida, uno que jamás mereceré, pero que quiero
agradecer cada día.
LO SIENTO. Al Gran Dios
que ha creado todo lo que existe, que me ha regalado la vida y con
ella, el tiempo y la posibilidad de disfrutar de cada uno de
vosotros; que me exige más que nadie, nada menos que la perfección,
porque realmente me ama, y a pesar de todo, me acepta como el Padre
que es. A Aquel que ha pagado cada una de mis culpas pasadas,
presentes y futuras entregando, con el corazón sufriente de un
Padre, a Su propio Hijo, para que fuera mi Salvador. Al Dios paciente
que sigue perdonando y alentándome a seguir adelante, a hacerlo
mejor que el día anterior. Al Rey que me exige la perfección y odia
la maldad, pero que derrocha amor y misericordia en cada palabra, en
cada exigencia, en cada castigo. Al que más he fallado, al que más
me conoce, al que más me ha dado, al que más me ama, al que más le
debo, a mi Dios, lo siento.
No tengo nada para
pagaros a ninguno de vosotros, absolutamente nada. Espero que podáis
aceptar mis disculpas y regalarme el perdón. No puedo pagar nada,
pero hay algo que sí puedo hacer, seguir adelante, continuar en la
lucha, e intentar hacerlo bien la próxima vez. Porque, junto con el
perdón, va la voluntad, la urgencia y la necesidad de cambiar y, con
la ayuda de mi Dios, así será.
Es tiempo de pedir
perdón, es tiempo de perdonar, es tiempo de cambiar, es tiempo de
comenzar a ser humanos, de aquellos que tienen un corazón tierno, de
carne, de esos que están dispuestos a mirar alrededor y deciden
deshacerse de su orgullo, de ellos mismos, y comienzan a hacer lo que
tienen que hacer. Es por esto que hoy quiero decir LO SIENTO, quiero
decirlo con todo mi corazón y puedo decirlo con la confianza y la
seguridad que me da el saberme perdonado, amado y aceptado, la
tremenda vitalidad que me da el saber que, en medio de mi debilidad,
es cuando Dios se hace más fuerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario