A menudo paseando entre la gente me
siento pequeño, uno más entre millones de personas que llenan mi
ciudad, mi país, mi mundo. Me fijo en los hombres, las mujeres, los
niños y los ancianos con los que me cruzo, cada uno es tan diferente
y a la vez tan similar al anterior. Casi 7 mil millones de personas
en esta pequeña mota de este rincón insignificante de una de las
miles de millones de galaxias que forman el universo.
Sin embargo, cuando pienso en tanta
gente, en los que me encuentro por la calle, en los que veo por la
televisión, no puedo evitar el pensar que no solamente son millones
de personas, que son millones de maneras de ver la vida, de pensar,
de sentir, que son millones de mentes como la mía, como esta que se
plantea estas inquietudes. Para mí la vida tiene una interpretación,
yo tengo una mente que pasa todo por un prisma que genera mi propia
realidad, pero el caso es que tantísimas personas tienen también
esos mismos recursos, millones de prismas interpretando una misma
realidad. Ciertamente esto es algo que me fascina al mismo tiempo que
me hace sentir pequeño ante la ingente cantidad de puntos de vista,
de problemas, de desilusiones, de esperanzas, de creencias, de
estupideces o de proyectos que puedo estar divisando solamente con
abrir los ojos en un paseo por la calle.
Y sabiendo y siendo consciente de
solamente una manera de ver la vida y de interpretar lo que veo a mi
alrededor, es decir, la mía, me pierdo muchas veces. A todos nos ha
pasado más de una vez y de dos el no poder dormir por algo que nos
atormenta, por algo de lo que nos arrepentimos, de una ocasión
perdida, incluso de la ilusión de algo que esperamos que ocurra al
día siguiente, o por algo que no sucedió tal y como pensábamos,
inclusive por extrañar alguna persona, o alguna situación. Al menos
esto es algo que me pasa a mí. Muchas son las ocasiones en que me
planteo y me replanteo todo con la sola compañía de una almohada,
como antes decía, son muchas las ocasiones en que, en la soledad de
mi mente, me pierdo.
Y esto me hace pensar en qué ocurrirá
con el resto de las personas. Banqueros, policías, profesores,
jubilados, multimillonarios, indigentes; incluso con los ladrones,
asesinos, premios nobel, cosmonautas... Todos y cada uno de ellos
tendrá su momento de soledad, en que se plantearán hasta qué punto
su paso por este planeta está mereciendo la pena. Me imagino a
alguien que teóricamente lo tiene todo meditando acerca de su ruina
personal, me imagino el orgullo de alguien que teóricamente no tiene
ni para llegar al fin de mes al sentir que es completamente feliz con
un abrazo de aquella persona que ama.
Tantas mentes, tantas conciencias,
tantos problemas, tanta miseria, tanta humanidad, tanta felicidad,
tanta desgracia, tanta imaginación puebla las calles que nos rodean.
Cuando paseo y veo a la muchedumbre, me imagino que me cruzo con
alguien que va pensando algo parecido a mi planteamiento, y se para a
pensar en lo que pueden estar viviendo, pensando o sintiendo las
personas anónimas con las que se cruza, y quizá pare en mi, y se
pregunte qué pensará este chico, qué se planteará, si habrá una
persona que merece la pena detrás de mi piel.
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