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Mapa Bizantino del siglo VI orientado al Este |
Hace muchos años, había una costumbre que actualmente hemos
perdido. El caso es que normalmente, los mapas de la antigüedad están
orientados hacia el punto cardinal Este. Es decir, así como nosotros pintamos
los mapas con el Norte hacia arriba, ellos lo hacían con el Este, por
considerar que era el más importante y el más fácil de localizar de los puntos cardinales.
De ahí viene nuestra palabra “orientar”. Esto es algo que ha dejado tal calado en la sociedad
que incluso ahora, cientos de años después de que se dejara de usar este punto
cardinal como el más básico, en nuestra propia lengua consideramos que ir por
el buen camino significa “ir al oriente”.
La palabra “Oriente” viene
del verbo latino “oriri”, que
significa nacer, por ser el punto cardinal por el que sale el sol. De la misma
manera, oeste, u occidente, viene del latín “occidere”,
que a su vez deriva del verbo “cadere”,
caer.
Es muy lógico que en el pasado se usara este punto cardinal
como el básico, al ser, lógicamente el más fácil de identificar. Era mucho más
fácil orientarse hacia el lugar por
donde salía el Sol, eso sí que no tenía ninguna pérdida. Además, influyen otros
hechos, sobre todo religiosos; Jerusalén está al este de Europa, así como La Meca , incluso el Paraíso estaba
situado al oriente, también La
Torre de Babel y el Arca de Noe; lugares emblemáticos para
millones de personas durante milenios.
Actualmente miramos al norte, todos nuestros mapas, toda
nuestra sabiduría y nuestros sistemas se enfocan en el norte. Pero es curioso,
que incluso la palabra que da nombre a nuestro punto cardinal favorito viene
del oriente, del este. Norte viene del inglés antiguo “noró”, que a su vez viene del vocablo indoeuropeo “ner”, que significa izquierda, porque
al mirar al este, al lugar por donde sale el sol, lo que tenemos a la izquierda es el norte.
Pero hay varias razones, y algunas de peso, para que
actualmente nuestros mapas consideren que lo que está arriba es el norte, y no
el este. Para empezar, cuando no tenemos el referente del Sol, hemos tenido que
idear otros sistemas para orientarnos. Para estos menesteres, y sobre todo,
para los marineros que debían su vida a la capacidad de saber dónde estaban y
hacia dónde se dirigían, se descubrió que el mundo está organizado magnéticamente,
y que, misteriosamente, los objetos imantados de alguna manera siempre apuntan
hacia aquel lugar que está a la izquierda del este. Así, las brújulas tienen la
mágica capacidad de, pase lo que pase, apuntar hacia el norte. También hay una
lumbrera, la Estrella Polar ,
que es de gran ayuda para los marinos por estar indefectiblemente ubicada en
el norte. Y en cuanto al Sol, no es complicado saber dónde estar el norte
sabiendo el lugar desde el que está saliendo. Por todas estas razones y otras
muchas, actualmente hemos considerado como mucho más lógico y más sabio el
enfocarnos al norte.
Porque lo cierto es que ahora sabemos mucho más que nuestros
pobrecitos antepasados. La verdad es que los conocimientos que dominamos y las
técnicas son cada día más avanzadas, jamás supimos tanto como ahora ni fuimos
tan grandes como lo somos en este momento.
Pero lo que a mí se me pasa por la mente, sabiendo lo
importante que antaño fue el oriente,
es si no puede ser que en medio de tantos adelantos, nos hayamos dejado
olvidado algo por el camino. Si no fuera posible que la grandeza de la humanidad haya traído intrínseca la ruina del hombre. Si, metafóricamente,
con la búsqueda del norte, del magnetismo, de la Estrella Polar y de los musgos
en las piedras, hayamos perdido el este, nos hayamos desorientado de nuestra verdadera naturaleza.
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