Cuando vas a una librería a comprar la biografía de alguien que admiras, normalmente estás buscando un ejemplo, una vida que pueda servirte de arquetipo de bondad, determinación, valentía, sabiduría, fuerza o lo que fuera.
Más aún, cuando estamos buscando en las figuras religiosas presentadas por sus propios seguidores, esperamos que en ellos se pongan en relieve sus virtudes, intentando camuflar en la medida de lo posible sus fallos y maximizando sus capacidades, porque el interés está en presentar lo mejor posible a sus héroes. La meta es que todo el mundo vea qué bueno es aquel a quien ellos siguen, de quien están tomando ejemplo es ciertamente digno de seguir, con muy pocos o ningún error y cargado de santidad, poder y misticismo. Así es en la mayoría de los escritos sagrados de casi todas las religiones.
Pero los escritos judíos y seguidamente los cristianos de la Biblia para nada son así. La idealización de los héroes que podemos ver en los escritos narrativos, mucho más en los religiosos de todo el mundo y aún más en la antigüedad tiene esta enorme excepción. Y es que parece que los escritores del antiguo y del nuevo testamentos están empeñados en sacar toda la basura de sus, teóricamente, héroes a la luz, para que todo el mundo pueda verlo, para que cualquiera pueda decir cualquier cosa sobre ellos. ¡Qué extraño!, ¿verdad?.
Y es que a poco que investiguemos, nos encontramos con que los líderes del judaísmo y cristianismo, los que, al menos a ojos de su pueblo, tendrían que ser ejemplo de santidad y pureza, quedan como unos villanos de cuento de los Grimm.
Para empezar, el gran Abraham, el primer patriarca, aquel de quién se dijo que su fe le contó por justicia, aquel a quién se le prometió que llegaría a ser padre de naciones, que por medio de su descendencia llegarían a ser benditas todas las familias de la tierra, éste, comenzó sus días viviendo en la tierra de Ur, un lugar pagano en el que se adoraba a multitud de dioses, incluso con sacrifios humanos en su honor. Abraham mismo comenzó su vida en esta cultura adorando a estos dioses a los que se sacrificaban personas. Él intentó mentir al faraón diciéndole que su mujer Sara realmente se trataba de su hermana, para que no tuviera problema en acostarse con ella. Este Abraham estuvo dispuesto a mentir para que un hombre se acostase con su mujer. Me resulta difícil de imaginar alguna cosa peor.
Moisés, el gran libertador, aquel que Dios eligió para que liberase a su pueblo de la esclavitud en Egipto, por el que hizo grandes proezas y milagros, aquel que partió el Mar Rojo en dos, como todos sabemos gracias a Charlton Heston, aquel con quién Dios habló directamente y le reveló su Ley, el escritor de la Toráh; este Moisés, durante cuarenta años fue criado en la corte de faraón como un príncipe. Durante estos años, él mismo fue testigo de la manera en que su propio pueblo era esclavizado para darle este rango, para proporcionarle su bienestar y su grandeza. Durante este tiempo podríamos compararlo a algunos de los tiranos que hoy en día señalamos por vivir como dioses mientras su pueblo se muere de hambre. Este hombre asesinó a sangre fría a un soldado del ejército que le servía. Este gran líder, o al menos eso se piensa, era tartamudo, no era especialmente bueno hablando. Y sin embargo Dios llegó a afirmar que él era el hombre más manso y humilde del mundo.
David, el rey de Israel, el niño que derrotó al gigante Goliath, el que pacificó toda la tierra de Israel, al que Dios mismo prometió que de su linaje nacería un rey que reinaría por siempre en clara alusión a Cristo, el que siendo niño mataba leones y osos para cuidar de sus ovejas, el que compuso la mayoría de los salmos, el cantor de Jahweh, el conquistador de Jerusalén; este David desobedeció a Dios en multitud de ocasiones. Este David usó su poder como rey para acostarse con una mujer y, ante la noticia de que ella estaba embarazada, trató de hacer volver de la guerra a su marido, uno de los soldados de su ejército, para que se acostase con su mujer y así tratar de tapar su error. Al ver que no lo conseguía, por la integridad de Hurías, mandó matarle. Este asesino, este mentiroso, este adultero, de él dijo Dios que tenía el corazón conforme al suyo.
Pedro, el que según los católicos fue nombrado por Jesús como el primer Papa, uno de los discípulos más cercanos a Cristo, él pasó mucho tiempo cerca de Jesús, él fue uno de los fundadores de la Iglesia, aquel que con una valentía y una sabiduría impropias de un pescador del Israel del primer siglo lideró la primera iglesia con determinación y humildad, sin duda una de las figuras clave del libro más leído y más trascendental de la historia de la humanidad; este Pedro, traicionó a su maestro en los momentos más críticos de su vida, cuando más le necesitaba, le dio la espalda. Este hombre impulsivo usó la violencia cuando debería haber usado la humildad y el amor, Jesús mismo le reprendió llamándole “Satanás”.
Pablo, el apóstol que Jesús llamó después de haber ascendido al cielo, el hombre que ha escrito más libros de la Biblia, una de las figuras más influyentes en la iglesia de los primeros tiempos, aquel cuyos escritos más han influido en la teología en casi todos los aspectos en toda la historia, el que pasó penalidades, cárceles, desnudez, naufragios, sufrimientos, el que fue martirizado en Roma por ser seguidor de Cristo; este Pablo, fue uno de los más fanáticos perseguidores de los cristianos en los años anteriores a su conversión al cristianismo, él mismo consintió la muerte de Esteban, el primer mártir del cristianismo. Este Pablo, una vez era apóstol, tenía un temperamento que era ciertamente dificil tratar con él, la gente no quería pasar tiempo con Pablo porque era lo que hoy consideraríamos un “gruñón”.
Es muy curiosa la tendencia de la Biblia a humillar a sus héroes. Esa es la idea que podemos sacar leyendo por encima las historias de estos personajes. La solución nos llega cuando comenzamos a ver el personaje que está detrás de todos ellos. La Biblia no trata que sus héroes sean repudiados por lo que han hecho, solamente los pone en su sitio. Ellos son hombres como tú y como yo, no son semidioses ni gente con un poder de santidad sobrehumano, simplemente son personas que hicieron grandes cosas porque se pusieron en manos de Dios.
Pero hay un héroe, el mayor de toda la Biblia, que sí que es alabado, exaltado, puesto en lo más alto. Toda la biblia, no solamente los evangelios, sino lo que hay antes y lo que va después, trata del plan de Dios y su realización en la persona de Jesús, él es el único digno de ser puesto en lo más alto, y el más digno de ser llamado héroe. Los hombres, por muy importantes que fueran, los trata como lo que son, hombres.
Porque todos los hombres somos malos, todos fallamos. Absolutamente todos.
miércoles, 30 de marzo de 2011
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