En una carísima clase de gestión de recursos y tiempo
especializada para grandes empresarios, el encargado de darles la charla, llevó
al frente una enorme pecera vacía, y la colocó encima de la mesa donde se supone
que debería poner los documentos y gráficos que usaría para su clase magistral.
Todos los asistentes le observaban con la boca abierta, no se imaginaban para
qué podría servir ese enorme acuario.

Los asistentes al taller, le miraban estupefactos, habían
pagado un buen dinero por ver a un hombre introducir piedras en una caja de vidrio.
El profesor, piedra a piedra, llenó la enorme pecera hasta que ya no cupo
ninguna de esas grandes piedras.
- Muy bien,
compañeros, ¿alguien podría definirme en qué estado se encuentra esta pecera?
- Bueno, señor, pues
creo que ahora el acuario está lleno. – Dijo uno de los trajeados
asistentes.
- Respuesta
incorrecta, amigo. – El profesor volvió a la parte de atrás de la clase, de
donde levantó, con esfuerzo, una caja de madera que estaba llena de algo. – Es bastante fácil el poner la excusa de que
nuestra agenda está llena. Pero nos debemos preguntar si realmente lo está. –
Llevó la caja hasta el frente y la apoyó al lado del acuario. Tomó fuerzas para
levantar la caja y, poco a poco, vació su contenido en el acuario. Eran unas
piedrecitas y guijarros que, poco a poco, fueron llenando la pecera, introduciéndose
en los huecos que dejaban las enormes piedras. Cuando llegó hasta arriba, dejó
la caja a un lado. - ¿Veis?, no estaba
tan lleno al fin y al cabo.
- ¿Alguien podría
describirme el estado de este acuario ahora?
- Pues, parece que, al
menos, un poco más lleno que antes. – Respondió uno de los asistentes.
- Muy bien, amigos,
pero esto no se ha acabado. – Volvió a dirigirse al final de la clase y
cargó un cubo a la parte de adelante. Vació su contenido en la pecera, arena
fina, que se introdujo en los pequeños huecos que habían dejado los guijarros. Cuando
lo hubo terminado, se volvió a su audiencia.
- ¿Cómo está ahora?
- Lleno. Ahora sí que
está lleno – Contestó el mismo que había fallado en la respuesta la primera
vez que preguntó eso mismo el profesor.
- De nuevo, amigo,
respuesta incorrecta. Aún podemos llenar más nuestra agenda, aunque parezca que
no.
Esta vez, sacó de detrás de la mesa donde estaba el acuario,
una jarra de agua, cuyo contenido vertió en la pecera. La arena fue absorbiendo
el agua hasta que ya no cupo más.
- Mis queridos amigos,
¿cuál es la enseñanza que podemos extraer de este acuario?
- ¿Que nunca podemos
decir que nuestra agenda está demasiado llena?
- Respuesta incorrecta.
– Respondió el experto - De aquí podemos
aprender que si no ponemos las piedras más grandes lo primero, jamás podremos
colocarlas ya.
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