El otro día, cuando os hablaba acerca de la Vía Romana , os
explicaba que si encontrabais diferencias entre los versículos que ponía y los
que podéis encontrar en vuestras Biblias, es debido a las desigualdades entre las
distintas traducciones. A veces me han dicho que eso puede significar que tenemos
diferentes Biblias, pero es justo lo contrario.
Los originales en que fue escrita la Biblia están en hebreo el Antiguo
Testamento, con algunas porciones en arameo, y en griego koiné el Nuevo
Testamento. Durante mucho tiempo, la
Biblia que ha tenido la cristiandad occidental fue la traducción que hizo
Jerónimo al latín a finales del siglo IV, la Vulgata , llamada así porque se intentó acercar el
texto bíblico al pueblo, al vulgo, traduciéndolo a la lengua que ellos
hablaban. Actualmente existen literalmente miles de traducciones a prácticamente
todas las lenguas de la Tierra. En
castellano hay muchas traducciones también, hechas por traductores y teólogos
católicos, evangélicos e incluso testigos de Jehová. De ahí que ponga cosas
diferentes en unas y en otras, pero no hay que olvidar que todas están basadas
en los mismos manuscritos y que, si son buenas traducciones, deben decir lo
mismo, aunque con diferentes palabras.
Pero al remontarnos al pasado en la búsqueda de los
comienzos de la Biblia ,
nos encontramos con un problema grave, y que ha sido muy usado por críticos
para tratar de desprestigiar la
Biblia , y es que no tenemos los manuscritos originales,
ninguno. Todo lo que tenemos son copias manuscritas de estos originales. Estos
originales bíblicos, de los cuales han salido los manuscritos que han llegado
hasta nuestros días, vamos a llamarlos Autógrafa,
como se denominan técnicamente.
Entonces la pregunta es obligada, ¿cómo podemos fiarnos de
que lo que dice la Biblia
es lo que quedó plasmado en los originales escritos por los apóstoles, los
profetas y los demás narradores bíblicos? Para recapacitar brevemente sobre la fiabilidad
de los manuscritos que nos han llegado, y por consiguiente, de las traducciones
que tenemos en nuestras casas, tenemos que hacer una serie de consideraciones.
Todos tenemos por seguro que Platón existió y se le atribuye
la autoría de la “Apología de Sócrates” y “La República ”, entre otros.
Pues bien, de las obras de Platón carecemos de los originales, solamente
tenemos 7 copias manuscritas que distan 1200 años desde su original allá por el
siglo IV a.C (1). En cuanto a “La guerra de las Galias” de Julio César, de la
que también carecemos del original, tenemos 10 copias manuscritas que distan un
milenio de su supuesto original (1). De Aristóteles tenemos muchas mas evidencias, pues
el número de copias se lanza hasta la friolera de 49, aunque tenemos que
conformarnos con tener copias del 1100 d.C., 1400 años después de su escritura
por el filósofo mentor de Alejandro Magno (1). Por último, pondremos el caso de
“La Iliada ”,
una de las obras cumbre de la literatura antigua, y una de las mejores
conservadas. De esta obra no tenemos el original tampoco, pero sí 643
manuscritos, siendo el más antiguo solamente 500 años más joven que su original (1).
Del Nuevo Testamento, tenemos 5686 copias del original griego (2), muchas de
ellas con apenas un siglo de diferencia entre la Autógrafa
y la copia que nos ha llegado. Ya solamente los manuscritos griegos superan a
cualquier otra obra de la antigüedad.
Como objeción, se puede decir que existen variaciones entre
los manuscritos que nos han llegado, pero en este sentido la evidencia a favor
de la veracidad de la Biblia
es abrumadora. Todos estos manuscritos coinciden entre ellos en un 99,5%. Esto
quiere decir que solamente hay un 0,5% de disconformidad entre estos
manuscritos, que podemos estar seguros de que ese 99,5% de lo que tenemos
escrito en nuestras Biblias, es lo que escribieron los autores originales, y en
cuando a este 0,5% restante, no afecta en absoluto a ninguna de las doctrinas
fundamentales de la fe cristiana y es susceptible de ser reconstruido en base a
la comparación de las diferencias entre los manuscritos (3).
La conclusión es que
nuestra Biblia es básicamente la que se escribió en el principio, la analogía del “teléfono
escacharrado”, por la que es imposible creer la Biblia que tenemos porque
ha sido copiada y recopiada tantas veces que ya es imviable distinguir lo que
ponía inicialmente, es sencillamente falsa, la evidencia documental nos cierra
esa puerta categóricamente.
Pero esto no es todo, si sumamos los manuscritos griegos que
tenemos a los que han aparecido, también de fechas muy tempranas, de traducciones
al copto, al siriaco o al arameo, tenemos una evidencia documental de más de
24000 manuscritos, aparecidos por todo el mundo mediterráneo, con un mismo
mensaje que nos llevan inequívocamente a aquella Autógrafa, en la que Alguien ha puesto mucho cuidado para que nos
llegue en perfectas condiciones. Y todo esto mientras la religión cristiana estaba prohibida por el Imperio y sus escritos eran quemados tan frecuentemente.
(1) Extraído del cuadro adaptado de tres fuentes: Apologética Cristiana de Norman Geisler, el artículo La arqueología y la historia avalan la confiabilidad de la Biblia de Richard M. Fales y Una pronta defensa de Josh McDowell.
(2) Fundamentos Inquebrantables .Norman Geisler
& Peter Bocchino. Pág. 256.
(3) El Caso de Cristo, Ed. Vida. Lee Strobel. Págs 73 y ss.
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