Según el título de la entrada de hoy,
cualquiera diría que os voy a indicar un camino secreto y antiguo
hacia la capital italiana, pero no es así. Lo que hoy pretendo es
indicaros otro camino mucho más importante que el de Roma.
Hay algo ciertísimo. Una enfermedad
que nos afecta a todos los hombres, sin excepción. Esa enfermedad es
la muerte. Y es que dicen las estadísticas que, nada menos que el
100% de las personas mueren, sorprendente, ¿eh? Pues bien, el ser
joven es algo que, de una manera o de otra te inmuniza ante esta
realidad. Aunque somos conscientes a un nivel intelectual de que en
algún momento de nuestras vidas vamos a morir, es algo que tenemos
por tan apartado en el tiempo que, total, ya habrá tiempo para
pensar en eso. Sin ser conscientes de que la muerte puede abrazarte
esta misma tarde, mientras paseas por la calle.
Esto es así, tan cierto como que
respiras.
Supongo que la mayoría de vosotros
tendrá una Biblia en alguna estantería en casa. No sé si en algún
momento alguien os ha explicado, con ese libro en la mano, qué es lo
que hay que hacer para obtener paz con Dios y que ese trance por el
que tenemos que pasar todos, no solamente se haga menos pavoroso,
sino que sea algo digno de celebrar. Porque el tema de a donde
vas después es algo que, si no estás como tienes que estar con “El
de arriba”, la verdad es que es algo muy serio.
Y para que en el viaje por ese
desconocido tocho que es la Biblia no se pierda nadie, solamente
vamos a usar un libro, la carta de Pablo a los Romanos. De ahí el
nombre de la entrada. Os voy a mostrar el camino, usando esta carta,
que debéis seguir si queréis llegar a tener paz con Dios, y no
solamente la promesa de un “pase al Cielo”, sino el comienzo con
una relación con el Creador desde hoy mismo. Es gratis, sencillo y
para toda la familia. Pero, por favor, acompáñenme por este camino.
La primera parada que vamos a hacer, se
encuentra en el capítulo 3, versículo 23. “Por cuanto
todos pecaron, y están destituidos de la gloria de
Dios.” Ciertamente no son buenas noticias. Todos hemos
hecho mal, todos hemos faltado a la ley de Dios. Mucha gente se puede
considerar buena al compararse con otros, pero lo cierto es que nadie
hay sobre la Tierra que no haya fallado nunca. En ese mismo capítulo,
en los versículos del 10 al 18, podemos hallar una descripción de
lo bien que nos sienta esa maldad.
Lo que nos lleva directamente a la
siguiente parada en nuestra Vía Romana, que la podemos
encontrar en el capítulo 6, versículo 23. “Porque la paga
del pecado es muerte...” No habla de que la paga por estar
todo el día robando bolsos a viejas y maldiciendo sea la muerte, o
que la paga de asesinar a un chaval para robarle la merienda sea la
muerte, no. Dice que la paga del pecado es la muerte. Ya hemos estado
hablando del pecado, y ya expliqué de qué manera es esto posible de
que su consecuencia justa sea la muerte. Y da la casualidad de
que TODOS hemos pecado, todos hemos faltado. Todos merecemos la
muerte. Y no estoy hablando únicamente de la muerte de la que
tratábamos antes, aquí habla de la muerte eterna, del infierno, del
castigo, del dolor y el tormento eternos. No es saña, el justo
pago por una falta eterna e infinita debe tener la misma magnitud.
Bueno, pues parece que este camino nos
está llevando por lugares que no no gustan lo más mínimo. Pero
tened paciencia, porque esto está a punto de cambiar. Si continuamos
con el mismo versículo de la parada anterior, nos encontramos con
una impresionante afirmación, “...mas el regalo de Dios es
vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” Parece ser
que la tónica cambia un poco en este punto. Es cierto que la justa
paga del pecado es la muerte, pero aquí también habla de un regalo,
pero no un regalo cualquiera, habla de un regalo de Dios que que es
ni más ni menos que la vida eterna. En el capítulo 5, versículo 8,
dice “mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que
siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. Por
eso dice que la vida eterna es en Cristo Jesús. Cuando nosotros aún
estábamos en la segunda parada, sin opción a escapar del justo
castigo que teníamos encima, se produjo el mayor milagro de todos,
que Dios mismo se hizo carne para pagar por esos pecados que nos
alejaban de la perfección, y no solamente eso, no solo pagó por
nosotros cuando eramos sus enemigos, sino que nos dio la capacidad de
pasar de ser condenados, esclavos, a ser amigos, hijos de Dios. Es
algo impresionante.
Pero esta tercera parada no tendría
sentido si no supiéramos cómo poner en práctica este
regalo, si no somos capaces de agarrar la grandeza de la tercera
parada de la Vía Romana y hacerla totalmente nuestra. La
cuarta parada, la encontramos capítulo 10, versículo 9. “que
si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu
corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.” Así
es. Lo único que tenemos que hacer para aceptar este regalo es
creerlo en nuestro corazón, confesarlo con nuestra boca, en
definitiva, hacer nuestro este regalo tan grande e inmerecido. No
tenemos que donar dinero a ninguna iglesia, no es necesario repetir
periódicamente unas palabras mágicas, no se nos pide salvar el
mundo, ni llegar a un estado de perfección. No se trata de eso, lo
que se requiere de nosotros es solamente aceptar este regalo.
Y para terminar, la última parada de
esta Vía Romana nos lleva al capítulo 5, versículo
1. “Justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios
por medio de nuestro Señor Jesucristo.” A través de la
aceptación de este regalo, tenemos la libertad de tener una relación
de paz con Dios. En el capítulo 8, versículo 1 dice “Ahora
pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo
Jesús.” Ya no tenemos por qué tener miedo a la muerte,
ninguna condenación hay ya para nosotros. Si me has acompañado en
esta vía, y la has seguido con tu corazón, ninguna condenación te
espera, la garantía es de Dios mismo. En el capítulo 8, versículos
38 y 39 encontramos lo siguiente:“Por lo cual estoy seguro de
que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni
potestades, ni lo presente, ni lo porvenir, ni lo alto, ni lo
profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de
Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.”
Nada me haría más feliz que enterarme
de que has seguido este camino y que has encontrado lo que realmente
buscabas, una razón para vivir, paz en tu corazón, una certeza para
el futuro, una esperanza eterna.
*Nota: Si
has buscado en tu Biblia y lo que está escrito no coincide
exactamente con lo que yo he puesto, es a causa de las diferentes
traducciones. Los originales están en griego y las diferencias son
por eso, pero habrás podido comprobar que básicamente dice lo
mismo. Otro día hablaremos de los originales de este y de los demás
libros de la Biblia.
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