Todos nacemos con unas cuantas cartas en la mano. No todos
iniciamos esta partida con las mismas, ni siquiera parecidas ni en el mismo número.
Pero el hecho es que todos y cada uno comenzamos esta partida de la vida con
alguna carta, alguna valiosa manera de sacar jugo de los años que viviremos en
esta mota de polvo del universo.
Creo que todos
conocemos casos de gente que ha disfrutado de todo en la vida, que su familia
tenía dinero, que han tenido oportunidades para triunfar y que las han
aprovechado, que eran trabajadores, entusiasmados con lo que hacían y les ha
ido realmente bien. Que lo han conseguido. Son gente que nació con buenas
cartas en la mano, que las han sabido jugar correctamente y que, al menos
aparentemente, van ganando su partida.
También están los casos de aquellos que lo tienen todo,
nacen con unas cartas inmejorables, y sin embargo, las juegan desastrosamente. Todos
conocemos también casos de aquellos que han nacido en buenas familias, con todo
en la vida, con dinero, oportunidades, incluso atractivo físico, absolutamente
todo lo que puedan necesitar, al menos aparentemente, para ser felices. Y sin
embargo acaban fatal, parece una tragedia, como una maldición que cayó sobre
ellos y el negro del sudario les envuelve por una decisión fallida, o una
cadena de ellas. Vienen a mi mente personajes como Lady Di, Heath Ledger o
Michael Jackson. Ejemplos de poderosos y gente que lo tenían todo que mueren en
las peores circunstancias por errores.
Otro caso que nos podemos encontrar en la vida son aquellas
personas que tienen cartas normales, nada del otro mundo, o incluso podríamos
considerar que tienen malas cartas, no tuvieron suerte en el reparto. Teniendo
estas cartas, cualquiera podría pensar que se rendirían a la evidencia y que
dejarían de luchar, que se conformarían con sobrevivir y tratar de hacer el
menor ruido posible. Sin embargo, luchan. Conscientes de sus propias miserias,
se lanzan a cumplir sus sueños amparados por la fuerza que da la esperanza. Estas
“flores que crecen en medio de la basura” son casos raros que logran triunfar
partiendo de una base mucho más baja que otros que triunfan. Desde luego nadie
pensaría que triunfaran con aquellas cartas en la mano. Pero juegan con
brillantez y arduo trabajo cada carta, poniendo toda la carne en el asador. Estos
personajes son dignos de admiración. No faltan los casos de grandes compañías
informáticas que comenzaron en un garaje, con un par de adolescentes buscando
ganarse la vida de una manera modesta.
Y el último caso, el que lamentablemente más nos tiene
acostumbrada la vida, es el de aquellos que no parten con buenas cartas en la
mano, algo normal o incluso malo, al menos desde el punto de vista del poseedor
de aquella mano. La verdad es que pocas son las ocasiones en que alguien
reconoce que tiene buena mano, nos gusta quejarnos demasiado. Al tener estas
cartas tan “malas”, el poseedor piensa que no merece la pena luchar por
absolutamente nada. Así que malgasta sus cartas a la menor, sin buscar su bien,
sin intentar ganar una mano siquiera. Me da mucha pena el ver, según ando por
la calle, adolescentes que han entregado algunas de sus mejores cartas a
jugadas tan penosas como las drogas, gente que apuesta todo por alguien a quien
quiere, cuando resulta que lo único que obtiene a cambio es desprecio, y ahí
sigue, entregando una y otra vez sus mejores cartas al dolor, conociendo
perfectamente el resultado de la jugada. Los casos de aquellos que no tienen
dinero para alimentar a sus familias, y sin embargo, gastan lo poco que tienen
en alcohol o en juego son ejemplos perfectos para los jugadores de este último
tipo.
La partida que jugamos es a vida o muerte. No nos jugamos el
honor, unas fichas ni unos euros. Nacemos con unas cartas, que debemos jugar lo
mejor que podamos. Está claro que podemos tener un golpe de suerte y robar de la bajara en algún momento una carta que cambie el sino de nuestra partida, o todo
lo contrario, recibir un varapalo en forma de carta desastrosa que nos hunda en
aquel lugar del que nos costará sangre, sudor y lágrimas salir. Pero lo que está
claro en esta partida es que lo más importante de todo no son las cartas que
tenemos en nuestra mano. Es algo importante, claro está, pero en ninguna manera
determinante para el cómo acabaremos. Lo más importante es qué haremos con esas
cartas que tenemos, a qué jugadas las apostaremos, en qué momento enseñaremos
los ases que teníamos guardados.
¿Qué jugadas haremos? ¿De dónde aprenderemos a usar nuestras
cartas de la mejor manera posible? ¿Hay alguna manera de tener la garantía de
saber que ganaremos esta partida cósmica? La verdad es que hay tantas
soluciones a estas preguntas casi como personas habitan nuestro mundo, y como
en casi todo en lo que podemos encontrar varias respuestas, no todo el mundo
puede tener razón. La prueba es evidente viendo la cantidad ingente de personas
que fallan estrepitosamente en sus apuestas y lo pierden todo.
¿Cuál es la jugada más importante? ¿Hay algo lo
suficientemente importante para apostarlo todo y asegurame la victoria? ¿Algún órdago
a la vista? Hay algunos que dirán que si lo apuestas todo al dinero, si te
conviertes en un millonario, ganarás esta partida. O que si encuentras a
alguien que te quiera lo suficiente y tal y como eres, obtendrás la victoria. O
que si logras acumular suficiente poder para que los demás bailen a tu son, o
quizá si tienes fama y la gente te admira.
Yo os propongo una solución. Una que sé que merece la pena
para asegurarnos la victoria de nuestra partida, esta en la que, queramos o no,
tenemos que jugar, pues se trata de nuestra propia vida. Creo que para
aprender a hacer nuestras jugadas de quien mejor podemos fiarnos es de Dios
mismo, de nuestro Creador. Él nos dejó en su Palabra cuales eran las mejores
jugadas, a dónde debíamos apostar ese as que tenemos reservado. Cual era el órdago
más importante de nuestras vidas. El resto de las cosas poco importan. En el
evangelio de Mateo, Jesús mismo dice: “Porque, ¿qué aprovechará el hombre, si
ganare el mundo entero, pero pierde su propia alma? ¿O qué recompensa dará el
hombre por su alma?”
No estoy hablando de una victoria física, de una que te
concederá favores entre los hombres como los triunfadores que estamos
acostumbrados a ver. Te estoy diciendo que en la Biblia está descrita la
manera en que Jesús ya ganó esa partida por ti, la manera en que te ofrece esa
victoria de una forma absolutamente gratuita y el medio por el que podrás
disfrutar de esta victoria de una manera completa y eterna.
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