jueves, 20 de octubre de 2011

危機


Con motivo de la celebración del Día Mundial de la Salud Mental el pasado 10 de octubre, el psiquiatra Álvaro Rivera, de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, que agrupa a siete centros de atención a la salud mental en España y a cerca de cincuenta en todo el mundo, ha expuesto unas preocupantes cifras que no llegan a reflejarse en las estadísticas oficiales.

Lo cierto es que ha aumentado un 25% el número de suicidios y un 15% los nuevos casos psiquiátricos desde que comenzó la crisis económica dentro de la que andamos metidos.

Según diversos estudios, las personas desempleadas sufren problemas psicológicos con mayor frecuencia que las que tienen trabajo, de lo que se puede deducir que las crisis incrementan el nivel y el alcance de estas dolencias.

De hecho, el promedio de personas con problemas psicológicos entre los desempleados es del 34 % en comparación con el 16 % de las que tienen trabajo y,  cuanto mayor es la duración del periodo en paro, mayores son las consecuencias sobre la salud mental. 

Y todo esto en medio de la actual situación económica y social, en que casi cinco millones de españoles se encuentran en sin un trabajo, y con miles de familias desahuciadas por ejecuciones hipotecarias.

Esta es la grave realidad en que nos ha tocado vivir, esta es nuestra España. Una España aquejada de graves dolores profundos, en una situación de derrumbe generalizado y con pocos atisbos de esperanza en el horizonte.

Pero no quiero hablar de casos generales, de problemas de macroeconomía ni de situaciones globales que probablemente mucha gente pensará que no van con ellos, aunque estén metidos en el ajo. El hecho es que la situación es muy grave, además de a nivel global, a nivel particular. Son muchos los casos de jóvenes parejas que acuden al banco para entregar las llaves del piso que compraron con mucha ilusión porque sencillamente no pueden pagarlo. La gente se suicida porque no tienen cómo alimentar ni sacar adelante a su familia. Los problemas mentales provocados por la desesperación están llenando los centros psiquiátricos especializados. Yo no sé cuál es la situación particular de cada uno, pero me gustaría mostraros un ejemplo que encuentro de la Biblia, del primer libro de Samuel.

Al principio del todo de este libro, en el primer capítulo, comienza relatándonos la historia de Ana, una de las dos esposas de un hombre llamado Elcana. Ana vivía en una situación que la estresaba y la hacía estar deprimida. El caso es que Penina, la otra mujer de su marido tenía hijos, pero ella no lograba quedarse embarazada por mucho que lo intentara. En aquella época y en aquella cultura era muy importante y daba valor a una mujer el tener descendencia, así que ella se sentía muy poco importante, a pesar de la insistencia de su marido en que no se preocupara. El caso es que Ana lo pasaba muy mal viendo que pasaban los años y no lograba cambiar su dramática situación. Probablemente para nosotros no parezca una tragedia, pero si tratamos de empatizar lo más posible con Ana, descubriremos que se sentía muy poca cosa al no lograr alcanzar la meta de su vida por mucho que lo intentara, y más aún viendo cómo Penina sí lo lograba y la irritaba continuamente para humillarla.

Pero Ana no se quedó en su situación, en su dolor y en su desesperación. Ella actuó. Ella clamó a Dios para que la ayudara, viendo que nadie más podría sacarla de esa situación que la mataba. Era su única salida y ella la aprovechó sin pensarlo, aún cuando el mismo sacerdote pensaba que estaba loca y borracha por la manera en que suplicaba a Dios.

Pero Dios escuchó su súplica, y le concedió lo que ella pedía, y no solamente eso, el hijo que le nació, Samuel, llegó a ser un gran profeta de Dios, el líder de todo Israel, que ungió a dos reyes, entre ellos el mismo David, el gran rey de los hebreos. Sin duda el honor y el orgullo de toda madre.

Ana pasó por una crisis, probablemente no económica como nosotros, pero sí estaba desesperada como muchos españoles lo están. Ella sufrió y de este sufrimiento salió con mucho más de lo que tenía en un principio. Lo que a mi me gustaría que sacásemos de todo esto y aplicásemos a nuestra vida es que, es cierto que muchas veces pasamos por desiertos difícilmente soportables, es cierto que las situaciones nos agobian y nos desesperan, eso pasa y no podemos evitarlo, pero sí podemos elegir qué hacemos con nuestro dolor. Si pasamos por la crisis y dejamos al dolor estéril, habremos perdido lágrimas sin sentido, habremos desperdiciado sufrimiento.

No malgastes tu dolor.

No desperdicies tu sufrimiento. Porque este dolor posiblemente sea el mejor maestro que puedes tener, porque nunca sabes a donde te llevará, ni las cosas buenas que aguardan después. Como muchos de vosotros sabréis, la palabra crisis (危機) en japonés está compuesta de dos conceptos, que son peligro (危) y oportunidad (機). Si es una crisis por lo que estás pasando en tu vida, de cualquier tipo, te animo a que, sin olvidarte del peligro, siendo sensato, no dejes pasar la oportunidad. Porque la crisis es mucho más que un castigo o una maldición, porque siempre, sin ninguna excepción, aquello más valioso, aquello que más merece la pena, es lo que más cuesta conseguir.

1 comentario:

Anónimo dijo...

m ha encantado y me ha sido d mucha bendición, m ha hecho bien recordar donde está la fuente dee liberación de cualquier crisis y como alcanzarla :)!! Gracias y un abrazo Miguiii!! ;)

Esther

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