Cuando llegan las campañas electorales y los mítines se multiplican, hay
el peligro de que la abundancia de palabras haga germinar la
palabrería, el verbo se convierta en verborrea y la charla en
charlatanería.
Y es que intentar ser durante las semanas que dura la campaña, a todas
horas, brillante, agudo, original, exhaustivo, profundo y hasta
divertido, es tarea que creo está más allá de la capacidad de cualquier
ser humano; además de dar respuesta a todas las incógnitas, tener
soluciones para todos los problemas, disipar todos los temores y
contestar a todas las preguntas. Es una tarea titánica, por no decir
sobrehumana, y por lo tanto que está más allá de la capacidad de
cualquier mortal, pero eso es lo que espera la audiencia que el
candidato haga. Éste se sabe limitado, pero el reconocimiento de tal
limitación dejaría decepcionados a los que le escuchan, por lo que no le
queda más remedio que subirse a un carro alado tirado por briosos
caballos que son las palabras, frases e ideas de su discurso que le
levantan hasta alturas tan encumbradas como peligrosas, a causa de la
debilidad congénita que tienen no solo las palabras sino el que las
pronuncia.
No creo que haya sido un acierto meter a Dios en la campaña
electoral por parte de los candidatos para las próximas elecciones
presidenciales en España del 20 de noviembre. La frase del
señor Rajoy de que si gana hará una política económica “como Dios
manda”, ha sido respondida por el señor Rubalcaba con la de que “anda
que, como tengamos que esperar a que Dios nos mande algunas indicaciones
económicas, vamos listos.”
En el primer caso porque la frase, tomada literalmente, puede, cuando
llegue el momento de aplicar medidas, indicar que ésas serían las que
Dios tomaría. Como no sabemos todavía cuáles son esas medidas es un
tanto aventurado identificarse con la frase, porque pudiera resultar que
cuando llegue la hora de la verdad el nombre de Dios quede en
entredicho e incluso sea motivo de desprecio y escarnio, como tantas
veces ha ocurrido. En el segundo caso porque la frase supone una ofensa
hacia una parte del electorado que es creyente y que puede sentir que su
sensibilidad religiosa está siendo atacada, por la alusión mordaz a
Dios que el señor Rubalcaba ha hecho. Es un principio básico de
cualquier candidato en campaña no enajenarse innecesariamente la
simpatía de un sector de los votantes, porque las consecuencias pueden
salirle caras.
Pero yendo al fondo de la cuestión, ¿tiene algo que ver Dios
con la economía, como el señor Rajoy ha afirmado, o no tiene nada que
ver, como el señor Rubalcaba ha contestado? En mi opinión la respuesta
es que sí, que Dios tiene que ver con la economía, lo que rebate el tono
desafiante y burlón del señor Rubalcaba, aunque no necesariamente la
política económica de Dios coincida con la que el señor Rajoy aplicará
si llega a la presidencia de la nación.
Parto del hecho de que considero que en la Biblia encontramos enseñanza suficiente para saber qué es lo que Dios piensa sobre la economía. Y en primer lugar
descubro que hay un vínculo indisoluble entre economía y ética, de tal
modo que la honradez, la honestidad, la equidad y la transparencia son
principios ineludibles y por eso hay un mandato para que incluso en las
transacciones comerciales más pequeñas tales principios las presidan (Levítico 19: 35, 36) . Si eso se aplica a la economía doméstica, cuánto más a las grandes operaciones financieras.
También descubro que en la Biblia hay enseñanza suficiente acerca de que el esfuerzo y el trabajo son la fuente de prosperidad genera (Proverbios 10:4).
La ociosidad, la disipación y la negligencia solo pueden llevar a la
pobreza y la miseria, de manera que hay una clase de pobreza que es
resultado directo de la pasividad y que no se arregla con subvenciones,
sino que más bien la retroalimentan. Igualmente encuentro en la Biblia que
hay unas leyes instituidas para proteger a aquellos que, por
circunstancias de la vida, han quedado en una situación de
vulnerabilidad extrema, hasta el punto de que su condición es tan
precaria que los hace víctimas fáciles de explotación y abuso (Deuteronomio 24:17-32) .
Es decir, que hay una consideración hacia los más débiles y se insta a
los más favorecidos a ser desprendidos y generosos hacia ellos. Junto
con ello se prohíbe expresamente la usura en el préstamo a interés (Salmo 15:5) , cerrando así el paso a la avaricia.
Así mismo percibo en la Biblia que la economía no es un fin en
sí, sino que la persona está por encima del valor de las cosas y
también del dinero , razón por la cual se instituye un año de
remisión que marca unos límites y nos recuerda quién es el verdadero
dueño de la tierra y de las personas (Levítico 25:10) .
Del mismo modo hallo en la Biblia que se promulga el respeto a los
recursos naturales, no sobre-explotándolos por causa de la avaricia y la
codicia, sino considerando que son medios para nuestro sustento y que
precisan ser racional y sabiamente utilizados (Levítico 25:2-7) .
Además, encuentro en la Biblia que el desastre económico originado por
el pecado humano tiene remedio, si solamente somos humildes para dejar
toda nuestra soberbia y arrogancia y nos volvemos a Dios (2 Crónicas 7:14) , algo que repercutirá en primer lugar en nuestro propio beneficio.
¿Tiene Dios algo que ver con la economía? Claro que sí. Por
eso, señor Rubalcaba, en lugar de mofarse aprenda primero antes de
hablar y mida sus palabras. Por eso, señor Rajoy, vaya a este libro para
considerar si lo que usted tiene en mente sobre la economía concuerda
con lo que allí está escrito.
Autores: Wenceslao Calvo
©Protestante Digital 2011
miércoles, 26 de octubre de 2011
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