El precioso BMW se
deslizaba por la maltrecha carretera rural que les devolvía del agradable fin de semana que habían pasado. El
motor de gran cilindrada rugía y hacía girar las cabezas de todos los lugareños
con los que se cruzaban, eran gente humilde, de esos que se ganan la vida con
sus propias manos.
Miguel había reservado aquel fin de semana para pasarlo con
su hijo, David. Tenía la firme intención de que aprendiera a valorar la suerte
que tenía por haber nacido en esa familia, con aquella posición de privilegio,
que supiera ver que no todo el mundo podía gastar tanto como ellos, que la
gente normal sobrevivía con mucho menos. Había hecho ese viaje para que David
viera lo pobres que eran aquellas gentes.
El fin de semana pasó. Habían estado en la casa de un
familiar lejano con su familia. El pequeño se lo había pasado en grande, todo
el día jugando con sus primos y construyendo mundos de fantasía de esos de los que
solamente los niños son dueños. Miguel estaba seguro que después de aquella
experiencia su pequeño se portaría mucho mejor al ver la suerte que tenía y lo
desdichados que eran aquellos pueblerinos.
- ¿Qué te ha parecido el fin de semana, David?
- Me lo he pasado genial, papá. Muchas gracias por este fin
de semana.
- Me alegro mucho de que te lo hayas pasado tan bien. – El padre
sonrió a su hijo a través del espejo retrovisor. – ¿Has visto lo pobre que
puede ser la gente?
- Sí, papá. Lo he visto.
- Y ¿qué has aprendido de este fin de semana?
- Pues he aprendido que nosotros tenemos un perro muy
pequeñito, mientras que ellos tienen 4 perros enormes y preciosos. He aprendido
que nosotros tenemos una piscina cuadrada y que ellos tienen un río tan grande
que nunca se termina. – El gesto del padre comenzó a cambiar.- He aprendido que
nosotros tenemos un jardín rodeado por un muro de ladrillos y ellos tienen un
jardín que no tiene fin. He aprendido que nosotros tenemos lámparas en el techo
porque no tenemos la suerte de tener un cielo lleno de estrellas como ellos. He
aprendido que tenemos que viajar en este coche porque no podemos tener un
caballo. He aprendido que tengo una habitación llena de juguetes porque no
tengo un patio de juego que llega hasta el horizonte. He aprendido que no puedo
jugar en la calle porque hay muchos coches y gente mala, mientras que
ellos pueden jugar por todo el campo.
El padre ya estaba sin habla.
- Muchas gracias papá. Gracias
por enseñarme lo pobres que somos.
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