Se ha cumplido el centenario del nacimiento de Francis
Schaeffer, filósofo de la cultura del siglo XX. La noticia ha pasado
desapercibida en los medios.
Comió con presidentes como Ronald Reagan, Gerald Ford o George Bush padre; escribió docenas de libros que se publicaron por millones de ejemplares, e incluso produjo e interpretó una serie de televisión que se enfrentaba con la pregunta de «¿Cómo deberíamos vivir?».
Sin embargo, por encima de todo ello, consiguió explicar de manera extraordinariamente sencilla y, a la vez, escalofriantemente profunda la cultura de nuestro tiempo y su decadencia.
Francis Schaeffer recibió una educación teológica y filosófica, pero era también un magnífico conocedor del arte y la cultura occidentales. Su primer ensayo de éxito, «Huyendo de la razón», constituía un análisis extraordinariamente bien articulado de la manera en que la cultura occidental se había ido desplomando desde un Santo Tomás que concedió a la razón un papel mucho mayor del que le correspondía hasta unas formas artísticas que, a finales del siglo XX, habían renunciado a la armonía musical o pictórica.
De manera extraordinaria, Schaeffer podía lo mismo reflexionar sobre el libro bíblico del Génesis, «Génesis en el tiempo y en el espacio», o la experiencia profética de Jeremías, «Muerte en la ciudad»; que sobre los últimos avances científicos, «Regreso a la libertad y a la dignidad», como el descubrimiento del ADN o las tesis de la psicología conductista.
En ese sentido, siguen resultando antológicas sus líneas sobre la canción «Eleanor Rigby» de los Beatles como canto a la soledad del ser humano en la sociedad de la segunda mitad del siglo XX o su análisis de las películas de Antonioni.
Aunque su presencia era habitual en campus de Europa Occidental y de los Estados Unidos, en los años sesenta Francis Schaeffer decidió retirarse a Suiza donde estableció un centro de reflexión filosófica que recibió el nombre de L’Abri.
Solía discutir en este enclave con grupos de estudiantes que acudían a verlo y, precisamente, en una de esas conversaciones pronunció uno de los principios éticos que dieron sentido a su vida: «Yo no puedo sacrificar la verdad a la popularidad».
Durante esa misma década, se convirtió en un referente ineludible de la acción política que llevó a Ronald Reagan a la Casa Blanca.
Schaeffer recuperó el pensamiento político de la Reforma del siglo XVI insistiendo en cuestiones como la libertad del individuo frente al intervencionismo del Estado, la escrupulosa separación de poderes, la lucha contra la manipulación de los medios de comunicación o la recuperación de una investigación científica .
Una de sus últimas obras, «A Christian Manifesto», fue considerada el manifiesto cristiano por excelencia en Estados Unidos y una clave para comprender la evolución política de la nación.
Autor de best sellers –en España algunas de sus obras serían publicadas por EEE–, sus libros aún son analizados en las universidades británicas y norteamericanas.
Con certeza, si hoy se le hubiera preguntado por las razones de la crisis de la Unión Europea, Schaeffer habría señalado a las naciones denominadas PIGS y habría dicho: «No tuvieron Reforma en el siglo XVI».
Comió con presidentes como Ronald Reagan, Gerald Ford o George Bush padre; escribió docenas de libros que se publicaron por millones de ejemplares, e incluso produjo e interpretó una serie de televisión que se enfrentaba con la pregunta de «¿Cómo deberíamos vivir?».
Sin embargo, por encima de todo ello, consiguió explicar de manera extraordinariamente sencilla y, a la vez, escalofriantemente profunda la cultura de nuestro tiempo y su decadencia.
Francis Schaeffer recibió una educación teológica y filosófica, pero era también un magnífico conocedor del arte y la cultura occidentales. Su primer ensayo de éxito, «Huyendo de la razón», constituía un análisis extraordinariamente bien articulado de la manera en que la cultura occidental se había ido desplomando desde un Santo Tomás que concedió a la razón un papel mucho mayor del que le correspondía hasta unas formas artísticas que, a finales del siglo XX, habían renunciado a la armonía musical o pictórica.
De manera extraordinaria, Schaeffer podía lo mismo reflexionar sobre el libro bíblico del Génesis, «Génesis en el tiempo y en el espacio», o la experiencia profética de Jeremías, «Muerte en la ciudad»; que sobre los últimos avances científicos, «Regreso a la libertad y a la dignidad», como el descubrimiento del ADN o las tesis de la psicología conductista.
En ese sentido, siguen resultando antológicas sus líneas sobre la canción «Eleanor Rigby» de los Beatles como canto a la soledad del ser humano en la sociedad de la segunda mitad del siglo XX o su análisis de las películas de Antonioni.
Aunque su presencia era habitual en campus de Europa Occidental y de los Estados Unidos, en los años sesenta Francis Schaeffer decidió retirarse a Suiza donde estableció un centro de reflexión filosófica que recibió el nombre de L’Abri.
Solía discutir en este enclave con grupos de estudiantes que acudían a verlo y, precisamente, en una de esas conversaciones pronunció uno de los principios éticos que dieron sentido a su vida: «Yo no puedo sacrificar la verdad a la popularidad».
Durante esa misma década, se convirtió en un referente ineludible de la acción política que llevó a Ronald Reagan a la Casa Blanca.
Schaeffer recuperó el pensamiento político de la Reforma del siglo XVI insistiendo en cuestiones como la libertad del individuo frente al intervencionismo del Estado, la escrupulosa separación de poderes, la lucha contra la manipulación de los medios de comunicación o la recuperación de una investigación científica .
Una de sus últimas obras, «A Christian Manifesto», fue considerada el manifiesto cristiano por excelencia en Estados Unidos y una clave para comprender la evolución política de la nación.
Autor de best sellers –en España algunas de sus obras serían publicadas por EEE–, sus libros aún son analizados en las universidades británicas y norteamericanas.
Con certeza, si hoy se le hubiera preguntado por las razones de la crisis de la Unión Europea, Schaeffer habría señalado a las naciones denominadas PIGS y habría dicho: «No tuvieron Reforma en el siglo XVI».
Autor: César Vidal Manzanares.
Fuentes: La
Razón
©Protestante Digital 2012
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