viernes, 21 de octubre de 2011

El Hijo del hombre

Es cierto que a lo largo de la historia ha habido una innumerable cantidad de personas que han afirmado hablar en nombre de Dios, siendo evidente que no todos pudieron hacerlo, porque trasmitieron mensajes muy diferentes. El testimonio de una persona que asegura venir de parte del mismo Dios en sí mismo no significa más que esa persona, por la razón que sea, está reclamando que la autoridad con que habla viene de lo alto, sin demostrar absolutamente nada acerca de si es cierta la afirmación.

Para acompañar a estas afirmaciones tan poderosas, necesariamente deben ir una serie de pruebas que lo corroboren. Pero incluso en este punto hay varios personajes a lo largo de la historia que han acompañado supuestos milagros a sus afirmaciones de ser enviados de Dios que se contradicen unos a otros.

Hay un caso, el de Jesús de Nazaret, que no solamente afirmó que hablaba con autoridad divina porque Dios le había enviado, sino que afirmó algo aún más fuerte, él afirmó ser el mismo Dios hecho hombre, además de ser la única forma en que el hombre podía llegar a tener paz con el Creador.

La primera manera de confirmar la hipótesis de que Jesús es el Mesías la tenemos enterrada en miles de años de años que le precedieron. Y es que los judíos no tenían pocas pruebas precisamente para saber identificar al que sería el prometido por su Dios. Durante cerca de 1500 años, durante los cuales se escribió el Antiguo Testamento, el libro sagrado de los judíos, podemos encontrar cerca de 100 profecías anunciando y dando detalles escandalosamente precisos, hasta llegar al punto de predecir la familia de la que vendría, el pueblo donde nacería de una virgen, que sería adorado por pastores, honrado por grandes reyes, pretendido asesinar cuando aún era un bebé mediante una matanza de niños, que se escaparía a Egipto, que sería declarado hijo de Dios, que sanaría a ciegos, cojos y sordos, que sería rechazado y odiado por su pueblo, que le traicionaría un amigo íntimo, que sería acusado por falsos testigos, golpeado, fustigado, escupido, odiado sin razón, crucificado entre malhechores, que sus pies y sus manos serían agujereadas, que soldados se echarían a suerte sus ropas, que resucitaría tras su muerte o que ascendería al Cielo. Incluso se llegó a predecir, con cientos de años de anticipación, el año exacto en que moriría.

Hay algunos escépticos que creen que Jesús, deliberadamente, buscó el cumplimiento de estas profecías en su propia carne para que así los judíos le aclamaran como su Mesías, pero me pregunto yo cómo pudo él elegir donde nació o en qué familia, o cómo pudo haber escapado a la matanza ordenada por Herodes huyendo con sus padres a Egipto cuando era un bebé, y hacerlo deliberadamente. Me planteo seriamente cómo pudo cualquier hombre elegir haber sido crucificado entre malhechores o cómo pudo manipular todo y a todos para lograr que los soldados se echen a suerte su ropa. Pero lo más inquietante y que trataré más adelante es cómo pudo un simple hombre que buscó cumplir con trampas las profecías resucitar al tercer día de ser asesinado.

Otra prueba que debería dar alguien que reclama ser el mismo Dios para convencer a la gente sería el que supiera vivir a la altura de las circunstancias. Si el Dios Santo se hace hombre, y este hombre no es completamente santo, entonces sería obvio que es un mentiroso y que está fingiendo ser lo que, de hecho, no es. Así que Jesús, para poder ser declarado legítimamente como Dios mismo, debería haber vivido una vida perfecta, sin ninguna falta. Cosa que nadie en toda la Tierra había conseguido nunca, desde el principio de los tiempos, pasando por personajes tan emblemáticos como Abraham, José, Moisés o el mismo David. Incluso todos los hombres y mujeres enviados de Dios, habían fallado en alguna manera, no habían sido capaces de llegar a la perfección demandada por Dios. No es imposible parecer santo delante de algunos que penas le conocían, o que solamente le observaban mientras predicaba,  mientras estaba con la gente, es difícil, ciertamente, pero no imposible. Lo que yo al menos veo imposible es que pueda ser completamente perfecto delante de aquellos que estuvieron a su lado día y noche durante años, y Jesús lo logró. Aún en medio de todas las dificultades, de las penalidades, de que la gente le rechazara, se riera de él, aún en medio del dolor, de la muerte de seres queridos, aún afrontando latigazos, afrentas, incluso afrontando su propia muerte, y una muerte tan brutal como la que sufrió, Jesús permaneció perfecto, sin ninguna falta. Esto marcó a sus discípulos de tal manera que les convenció de su deidad. Les convenció hasta tal punto que la inmensa mayoría de ellos murieron martirizados por negarse a rechazar a Jesús como Dios absoluto.

Y la última prueba es la más evidente. Cualquiera que se enfrente a la idea de que Jesús fue Dios parará a estudiar los numerosos milagros que él hizo. Los milagros respaldan su divinidad, aunque tenemos muchos otros ejemplos de gente que los ha hecho en nombre de otros poderes, pero a lo que llegó él mismo no ha sido alcanzado por nadie. Jesús tenía poder sobre la muerte, resucitando a diferentes personajes, incluso llegó a resucitarse a sí mismo, demostrando de esta manera que es lógico y evidente que él es el mismo Dios, pues nadie sino Él tendría ese poder sobre la principal barrera que tiene el ser humano por delante.

1 comentario:

Dal Wehawax dijo...

Tio Poe, la fe no es posesión de todos. Tu escrito nos muestra tu gran fe. Fe en todo lo que narras del Hijo del Hombre.

Es curioso que un joven del siglo XXI crea en unas palabras sin ser testigo ocular de los hechos. Digo que es maravilloso porque muchos de los que fueron testigos oculares de los hechos no creyeron en ellos ni en quien los hizo.

Tío Poe, tenemos la misma fe en el mismo Hijo del Hombre. Tú dentro de una religión que aceptas como correcta y yo fuera de cualquier institución religiosa. Y tenemos en común que ambos no hemos sido testigos oculares de las cosas narradas y en las que tenemos fe.

La falta de fe es hoy una doctrina oficial de la dirección del mundo. Sin embargo muchos tenemos fe aunque como el salmón estemos nadando contra corriente. Hoy por hoy no encuentro en todo el bagaje cultural humano nada tan valioso como mi fe. Creo a pie juntillas en lo que creo y me siento multimillonario de mi creencia en el Hijo del Hombre al que habré de demostrarle mi fidelidad y lealtad en los años venideros.

Tengo fe en el Hijo del Hombre y en hombres hijos de mujeres como el Tío Poe, que pese a su juventud alaba públicamente su fe y no se avergüenza de ella.

Tío Poe, eres grande, grande de verdad y tu amor por el Hijo del Hombre te colmará más allá de cuánto imaginas. ¡Y ya sé que imaginas mucho! Pero déjame que me sienta estupendamente ofreciéndote este comentario.

Ya no te sorprendas de nada porque nuestros tiempos son proféticos. Agárrate con todas tus fuerzas y todos tus recursos a tu fe.

Un abrazo para ti, hijo de Adán.

Entradas populares