lunes, 17 de febrero de 2014

Lo siento

Si has tenido el dudoso privilegio de conocerme personalmente, puede ser que hayas podido ver alguna que otra actitud en mí que haya hecho que te decepcione alguna de las cosas que digo ser y/o representar. Es por esto, que he decidido escribir esta pequeña carta, desde lo profundo de mi corazón, con la esperanza que alguien de entre las muchas personas a las que he dañado o confundido a lo largo de mi vida, la lea y pueda aceptar mis disculpas.

Y quiero comenzar por lo primero. Lo siento.

Lo siento, desde lo más profundo de mi corazón. Desde hace muchos años, he tenido amigos, amigos de esos con los que te puedes estar horas sin decir nada, porque no hace falta; amigos de esos con los que te puedes estar horas sin dejar de hablar, con los que puedes reírte sin parar durante días enteros y con los que puedes desahogarte cuando parece que el mundo se ha terminado. No os podéis imaginar lo que aprecio y extraño cada segundo que he pasado a vuestro lado. Y a pesar de todo, durante cada uno de esos años, he sido un hipócrita y un falso. Aunque no lo penséis ni lo compartáis, no sabéis cuánto lo lamento. Porque he preferido venderme a lo que todo el mundo hacía, a la diversión, a la rendición voluntaria, en lugar de plantarme y comenzar a vivir lo que realmente creo, lo que sé que es verdad. No me malinterpretéis, no estoy intentando acusar ni juzgar a nadie, mucho menos a vosotros, esta crítica va en mi contra, porque habiendo conocido al Dios Verdadero, teniendo completa claridad de lo que estaba haciendo y de por qué lo hacía, no me detuve. Pero eso no es lo peor, por lo que más me lamento es por el ejemplo que he dado, porque hablaba de unas cosas y practicaba las contrarias. Si hay algo que deseo con todo mi corazón es ver cada una de vuestras caras en la Eternidad, aunque no haya sido gracias a mí, aunque haya sido a pesar de mí, ciertamente daría todo lo que tengo ahora por esa seguridad. Cuando la distancia y la desidia hacen presa, espero que no haya querido reaccionar demasiado tarde y algún día tenga que lamentarlo eternamente.

Lo siento. A todos aquellos que habéis intentado durante años darme buenos consejos, ayudarme a comenzar a vivir la vida que debía vivir. Los que habéis estado, durante años, luchando a mi favor mientras yo no quería escuchar, os debo una disculpa. Estoy pensando en mis amigos y hermanos del Centro Cristiano de Béjar, que cuando me veíais rumbo al precipicio y sin ademán de parar, tuvisteis la valentía y el amor de hacer lo que yo no supe hacer con quienes decía amar, y me advertisteis. A todos aquellos que no habéis tomado como excusa mi mal y me habéis hecho el bien a pesar de ello, a vosotros que habéis contemplado con frustración mi dureza de corazón y no habéis cesado en vuestras oraciones a mi favor, muchas gracias. Y lo siento.

Lo siento. A unos padres que han dado lo que tenían y lo que no para, no solamente que saliera adelante, sino que lo hiciera con unas posibilidades y unas facilidades que ellos nunca tuvieron. A los que sacrificaron salud, caprichos y dinero para darme aquello que no supe apreciar, a aquellos que no estimaron sus posesiones, sus derechos y su bienestar por encima de los míos, ni siquiera al mismo nivel, sino que cedieron una y otra vez por mí. A los padres que me han presentado la lección más tangible y creíble de cómo es Dios. A los hermanos que han perdonado tanto, animado tanto. A una familia que merece mi mejor versión, y a cambio ha recibido una decepción tras otra, lo siento.

Lo siento. A la mujer más bella, inteligente, sincera y valiosa que conozco, Rebeca, lo siento. Siento no saber apreciarte como te mereces, siento que tu sensación con respecto a mí sea más bien la de darte una y otra vez contra la misma pared. He vivido demasiados años sin ti y, a pesar de eso, no puedo hacerme a la idea de no estar contigo. Dios ha hecho tanto bien en mi vida por medio de ti, que no me alcanzan las palabras para expresar lo agradecido que estoy por tenerte, por cada día que escoges amarme, por aceptarme a pesar de todo. Eres un precioso regalo en mi vida, uno que jamás mereceré, pero que quiero agradecer cada día.

LO SIENTO. Al Gran Dios que ha creado todo lo que existe, que me ha regalado la vida y con ella, el tiempo y la posibilidad de disfrutar de cada uno de vosotros; que me exige más que nadie, nada menos que la perfección, porque realmente me ama, y a pesar de todo, me acepta como el Padre que es. A Aquel que ha pagado cada una de mis culpas pasadas, presentes y futuras entregando, con el corazón sufriente de un Padre, a Su propio Hijo, para que fuera mi Salvador. Al Dios paciente que sigue perdonando y alentándome a seguir adelante, a hacerlo mejor que el día anterior. Al Rey que me exige la perfección y odia la maldad, pero que derrocha amor y misericordia en cada palabra, en cada exigencia, en cada castigo. Al que más he fallado, al que más me conoce, al que más me ha dado, al que más me ama, al que más le debo, a mi Dios, lo siento.

No tengo nada para pagaros a ninguno de vosotros, absolutamente nada. Espero que podáis aceptar mis disculpas y regalarme el perdón. No puedo pagar nada, pero hay algo que sí puedo hacer, seguir adelante, continuar en la lucha, e intentar hacerlo bien la próxima vez. Porque, junto con el perdón, va la voluntad, la urgencia y la necesidad de cambiar y, con la ayuda de mi Dios, así será.

Es tiempo de pedir perdón, es tiempo de perdonar, es tiempo de cambiar, es tiempo de comenzar a ser humanos, de aquellos que tienen un corazón tierno, de carne, de esos que están dispuestos a mirar alrededor y deciden deshacerse de su orgullo, de ellos mismos, y comienzan a hacer lo que tienen que hacer. Es por esto que hoy quiero decir LO SIENTO, quiero decirlo con todo mi corazón y puedo decirlo con la confianza y la seguridad que me da el saberme perdonado, amado y aceptado, la tremenda vitalidad que me da el saber que, en medio de mi debilidad, es cuando Dios se hace más fuerte.

No hay comentarios:

Entradas populares