martes, 20 de noviembre de 2012

La Reforma III: La semilla del cambio


El final de una época se aventuraba cercano. Las reglas del juego que habían regido durante un milenio estaban abocadas a un drástico cambio. Ya hemos hablado de la situación que los laicos veían a simple vista de los religiosos que regían sus vidas, una situación insosteniblemente corrompida que tuvo su momento álgido en el nefasto periodo del papado en Aviñón y el cisma occidental que supuso el llegar a tener dos e incluso tres papas diferentes al mismo tiempo. A simple vista se podía ver la degradación de la casta sacerdotal en todos los aspectos, y esto tampoco pasó desapercibido a los propios eclesiásticos que comenzaron a mirar con desconfianza el presente y el futuro de su situación, más aún aquellos que tuvieron la suerte de descubrir lo que decía la Biblia, tan alejado de la situación que vivían en aquella situación.

El renacimiento se acercaba en la historia, se comenzaba a dudar de lo que la Iglesia Romana había dictado durante tanto tiempo, y tanto en la filosofía como en las artes y, por supuesto, en lo que al cristiano atañía, se comenzó a buscar más allá, atrás, en las fuentes clásicas. La caída de Constantinopla en el 1453, llevó a muchedumbres de eruditos y religiosos griegos a centro Europa, hecho que facilitó que se volviera a estudiar el griego como lengua religiosa, aparte del latín. Esto fue de vital importancia, porque los manuscritos que se tenían de la Biblia estaban escritos en griego, como fueron redactados por los autores originales, e incluso el Antiguo Testamento, estaba en forma griega también en la traducción autorizada de los 70, o Septuaginta. Se comenzó a ver que había algunas partes de la traducción de Jerónimo al latín, la Vulgata, del 382 d.C., sencillamente habían sido mal traducidas, y la búsqueda de lo que originalmente decía la Biblia recobró fuerzas.

Muchos fueron los intentos de reforma, y las reformas que se llevaron a cabo durante toda la Edad Media, pero el hecho es que las reformas que se realizaron se basaban en los frutos del problema, y no fueron a su raíz. Por ejemplo, se denunciaba mucho los continuos problemas que tenían los sacerdotes para cumplir sus votos y las violaciones manifiestas de la castidad, que llegaron a puntos insostenibles en diferentes momentos. Pero la solución que daban una y otra vez era la de endurecer las penas contra los que incumplían sus votos y tratar de limitar las oportunidades de que esto ocurriera, en lugar de preguntarse si no sería que esta medida de la prohibición de los matrimonios para los sacerdotes era inapropiada, al ir en contra de la naturaleza humana y de la Biblia misma.

Pero hay varios ejemplos de precursores de la Reforma que encabezó Lutero que, de haber tenido las circunstancias apropiadas, habrían transformado la Europa medieval varios siglos antes de lo que ocurrió en Wittenberg.

Juan Wyclif
Uno de los primeros representantes de estas “prerreformas” que nos ocupan  el día de hoy fue Juan Wyclif. Nacido alrededor de 1320, Wyclif llegó a ser catedrático de Teología de la Universidad de Oxford y uno de los teólogos más influyentes de la Inglaterra del siglo XIV. Una de las razones por las que más se le recuerda es por haber traducido la Biblia latina de Jerónimo, la Vulgata, al inglés. El teólogo de Oxford rechaza la transubstanciación aprobada un siglo atrás por la total carencia de referencia bíblica para esta afirmación, se opone drásticamente a la acumulación de poder y de dinero por la Iglesia y a la venta de indulgencias. Su principal preocupación era la de volver a dar la autoridad a la Palabra de Dios, poniéndola por encima de las tradiciones o a las decisiones de los cardenales y concilios (1). Fue obligado a jubilarse por causa de la rebelión de los campesinos en 1381 y muere 600 años de que naciera un servidor, en 1384. En 1415, en el Concilio de Constanza es declarado hereje por su pasión por la Biblia, por traducirla, por oponerse a dogmas aprobados por concilios y papas y por sobreponer la autoridad de la Palabra de Dios a la de los hombres de Roma, su cuerpo es exhumado y quemado en la hoguera (2).

Juan Huss
Juan Huss fue un bohemio nacido en 1373. Su madre se quedó viuda al poco de nacer Huss, y con su abnegado sacrificio consiguió que su hijo estudiase teología en la Universidad de Praga, donde llegó a ser profesor con solo 25 años. Allí llegó a ser rector de esta universidad y predicador renombrado. Sus ideas y enseñanzas no fueron bien recibidas desde un principio entre el clero. Marcadamente influido por la sombra de Wyclif, su énfasis cayó sobre la necesidad de la vuelta a poner por encima la Biblia a los diferentes concilios, decisiones y tradiciones romanas. Pone énfasis también en la necesidad de vivir una vida en la que Cristo sea el centro en detrimento de la necesidad de participar de los “sacramentos” que ponía la Iglesia Romana, se opone a la venta de indulgencias, a la adoración de las imágenes y de las reliquias. Queda bajo excomunión por el papa Juan XXIII conocido por el sobrenombre de “El monstruo” por su vida depravada y falta de escrúpulos (2). Es invitado al Concilio de Constanza con un salvoconducto del Emperador Segismundo, ya que era un noble importante e influyente de Bohemia. El papa fue depuesto en ese concilio como ya dije en la anterior entrega, y para cuando se celebró el concilio, el emperador había retirado el apoyo al decano de Praga. A Huss se le negó el derecho de defenderse y fue vendido a sus denunciantes, acusándole de ser discípulo de Wyclif y hereje obstinado, que le quemaron el 6 de julio de 1415 cantando: "Jesús, Hijo del Dios viviente, ten misericordia de mí" (3). Su influencia en Bohemia fue tal que se organizaron dos movimientos en su tierra natal, los taboristas y los utrarquistas, que sobrevivieron contra la persecución, las matanzas y la guerra que trajeron los católicos a sus tierras hasta la llegada del monje agustino Martín Lutero, fusionándose con su movimiento y con el iniciado por Juan Calvino un siglo después.

Hubo muchos otros intentos de hacer una reforma o de hacer hincapié en el hecho de que había que hacer algo en la deriva que había tomado la Iglesia de Roma, muchos fueron ajusticiados, otros fueron simplemente ignorados, hubo incluso algunos intentos radicales que basaron su intento de cambio en la violencia y en la guerra. El mundo se estaba conmoviendo, estaba cambiando, las piezas se estaban preparando para estar dispuestas para lo que sucedería en Wittenberg.

Después de todo, ya lo dijo Tertuliano: “La sangre de los mártires es la semilla de la iglesia.”

(1)- Chronological and Background Charts of Church History, Robert C. Walton, Zondervan, Grand Rapids, 1986. Traducido por Larry S. Thornburg, 1995.
(2)- Dos estrellas tempranas de la reforma, Víctor Sedaca. Revista Nueva Reforma. 
(3)- Historia del cristianismo, Kenneth Scott Latourette. Págs. 777 y ss.

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