martes, 5 de julio de 2011

Sacerdotes


Y en este libro están detallados los rituales que debían realizar los sacerdotes para acercarse a Dios, sacrificios cuya validez reside en que apuntan al sacrificio de Cristo. Estos rituales debían realizarse por los sacerdotes, los descendientes de Aarón, hermano de Moisés. Estos sacerdotes tenían la misión de interceder ante Dios por el pueblo, de hacer lo necesario para que los sacrificios fueran correctos, para que los pecados fueran cubiertos con la sangre de los animales. Y así debía ser.

Y así fue, estos sacerdotes llevaron a cabo su tarea durante milenios y la luz de la “menorah” no apagó sus lumbreras durante cientos de años. El altar del incienso elevó su olor delante del trono de Dios durante todo este tiempo.

Pero no todo es tan cuadriculado como nosotros pensamos. De hecho, de lo que hoy quiero hablar es que Dios no es cuadriculado. Él preparó un método para que cubrieran sus pecados y no fueran desechados por su maldad, Él dio un camino para el pueblo que había elegido, pero no cerró la puerta a aquellos que no pertenecieran a este pueblo. Si examinamos el capítulo en que Dios llamó a Abraham, patriarca de los judíos, en Génesis 12, le prometió que le bendeciría, pero que lo haría con un propósito, para que en él fueran bendecidas todas las familias de la tierra, no para que fuera feliz en su territorio sin hacer nada por nadie. Ese fue el propósito de la elección del pueblo de Israel, para que bendijeran al resto.

Pero esto no se queda aquí. Es algo que me llama mucho la atención es que los primeros sacerdotes que nombra la Biblia, no son descendientes de Aarón, ni siquiera eran de la tribu de Leví. Y lo que es más inquietante, no eran del pueblo judío.

Estos sacerdotes eran: Melquisedeq, el rey de Salem (La actual Jerusalén), al que las tradiciones judías relacionan con Sem, el primogénito de Noé. Él tuvo un encontronazo con Abraham y le bendijo. Este extraño personaje era al mismo tiempo rey, sacerdote y profeta. Este rey es tan inquietante que me gustaría hablar más a fondo de él. El segundo sacerdote del que nos habla la Biblia es Jetro, el suegro de Moisés. Su hija entró al pueblo de Israel al casarse con el líder, pero él no formaba parte de este pueblo. Él era sacerdote de Dios y un hombre muy sabio. Enseñó muchas cosas a Moisés, y no era judío.

Con esto solamente quiero hacer ver que para acercarse a Dios no hay que cumplir más requisitos que querer hacerlo. No necesitas un carné especial, ni ir a tal iglesia, no necesitas ser judío, ni católico, ni evangélico (o evangelista), ni poner ningún título especial a tu fe. Solo necesitas querer. Es la única condición. Porque la religión no salva, ni la pertenencia a un grupo en concreto, ni hacer buenas obras, ni ser solidario. Porque la salvación no va de nada de eso. Solamente hay un camino para la salvación, y este tiene nombre propio. Jesús. Todo lo demás puede ser muy bueno, sano, recomendable. Pero no te sirve de nada en lo que a Dios se refiere.  

2 comentarios:

Dal Wehawax dijo...

¡Bravo, tío Poe!! Así me gusta la gente razonable, humilde, enteramente consecuente con sus ideas. Alguien dijo que existe tu verdad, mi verdad y la verdad. El tema del sacerdocio israelita nos lleva a un mundo que nos causa asombro. Dudo mucho que haya habido en toda la historia alguien más solemne y vistoso que el Sumo Sacerdote de Israel. Naturalmente esto era así porque toda la escenografía terrestre del Templo y el sacerdocio eran una representación de las cosas celestiales. Muy bonito este artículo y sobre todo la ductilidad demostrada por su autor. Tío Poe ocupa ya un lugar importante dentro de mis afectos. ¡Magnífico!

El Tío Poe dijo...

Vaya! muchas gracias Dal! eres muy generoso con tus afirmaciones!

Es curioso cómo se ha defendido durante toda la historia una postura de un dios cuadriculado cuando la misma Biblia afirma todo lo contrario...

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