jueves, 29 de diciembre de 2011

Carta de un ciego

Oscuridad. Esa es mi vida. Las letras de esta carta sólo puedo distinguirlas en mi mente, ya que no veo la pantalla de mi ordenador.

Nací hace 19 años en Roma, capital del arte y del obsequio a los sentidos. Y desde entonces todo el arte que he visto ha sido la voz de quienes me rodean.

Jamás he visto un amanecer, ni un pájaro de colores mientras entona su bello canto, ni siquiera el famoso Coliseo al lado del cual vivo, y lo que es peor, no he visto la mirada de mi madre.
A cada sensación que me produce mi entorno le falta un marco adecuado, ninguno le queda bien. Aunque pueda escuchar crecer la hierba, me duele no poder admirarla.

Y sé que jamás lo podré hacer.

En cambio, soy capaz de distinguir las formas de lo esencial de la vida. Nunca veré un amanecer, pero puedo admirar el calor del sol sobre mi piel. Cuando escucho el trinar de un pájaro, lo imagino más bello de lo que probablemente es. Soy capaz de ver el Coliseo como fue construído, pues no lo he conocido en ruinas, cada piedra que toco me habla de la historia de mis padres. Y aunque no pueda ver los ojos de mi madre, esos mismos, me llenan de fuerza para afrontar cada día.

Mis amigos me hablan de cómo es el mundo y de cómo son las chicas, y aunque agradezco que lo hagan, mi poderosa imaginación me deja ver su belleza real: esa que se filtra a través de su voz, que se deja ver en sus caricias. Puedo verla también en el sonido del agua, en su tacto, porque aunque nunca la vi, mis ojos verdaderos ya la conocen.

Muchas veces me despierto entre la noche mientras soñaba con que veía un atardecer, tantas veces he deseado poder ver los colores que adornan la naturaleza que, engañado, creía no haberlos visto. Pero debo dar gracias porque, aunque no puedo ver como vosotros veis, puedo entender perfectamente cómo funciona la vida. Puedo viajar sin ningún esfuerzo a cualquier parcela de mis recuerdos. Y gracias a mi ceguera física, mi alma no necesita gafas.

Si lees esta carta, prométeme algo; cuando veas un atardecer, o a un pájaro, o a aquellas personas que quieres, velas con el corazón, siente cómo late y por un momento, olvidate de lo que ves.




Ricardo García y Miguel Ángel Pozo

1 comentario:

Ricardette dijo...

nuestro primer pasito hacia algo que siempre hemos soñado. Un placer compartir mis ideas contigo tantos años.Un abrazo hermano!!

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