miércoles, 28 de diciembre de 2011

Inocentes

Aquella barbaridad caló tan hondo que aún hoy en día, dos mil años después, todos los inviernos se recuerda. Para eliminar al que, según las profecías, iba a sentarse en su trono, Herodes mandó asesinar a todos los niños menores de 2 años de Belén y sus alrededores. Inocentes asesinados para conservar el trono.

Tenemos ejemplos de muchas barbaridades a lo largo y ancho de la historia. Somos perfectamente conscientes de que los hombres somos capaces, de hecho con mucho ingenio, de hacer salvajadas con un nivel de bestialidad que nos ponen los pelos de punta. Tenemos a la vuelta de la esquina el atroz exterminio de seis millones de judíos el siglo pasado; el asesinato sistemático de enemigos, ya fueran de un bando o de otro, durante la guerra civil; las brutales condenas que daba el Santo Oficio a aquellos que no comulgaban con ellos, o que eran acusados de ello; tenemos las crucifixiones romanas; los desollamientos que hacían los persas; las empalaciones, la costumbre de cortar la cabellera a sus enemigos de los indígenas americanos...

No nos faltan aberraciones de todos los colores y gustos, maneras en que el ser humano se ha superado a sí mismo en el dudosamente noble arte de la muerte. Y en muchas ocasiones haciendo todas estas barbaridades a inocentes, a gente que no tenía la culpa, que no tenía capacidad de defenderse, ni siquiera de quejarse.

Pero esta capacidad destructora del ser humano ha llegado a cotas inimaginables de perfección y brutalidad en los últimos años. Hemos llegado a un nivel de bestialidad y de inhumanidad que ya quisieran para sí Jack el Destripador, Hitler o el mismísimo Jerjes.

Asesinar a niños es algo que se lleva haciendo miles de años. Los dioses de la antigüedad están saciados con la sangre de inocentes, desparramada en los altares buscando un bien mayor. Lo sabemos y nos produce repugnancia, consternación la idea de que unos padres sacrifiquen a sus pequeños en los altares de sus dioses. Ni siquiera el aborto es una práctica que se haya inventado en el último siglo. No faltan las historias de descubrimientos de esqueletos de fetos en los subterráneos de los conventos, o de historias de rudimentarios abortos a lo largo de la historia por miedo a que el marido de turno se enterase de lo que no se tenía que enterar.

Pero lo que ocurre ahora no tiene parangón en ningún lugar ni momento, por bestial que este sea, de la historia. En 15 años, en Europa han sido segadas, de la manera más aséptica posible, 20 millones de vidas. Ahí es nada. Una población comparable a casi la mitad de la del país de España ha sido exterminada.

Hace poco tiempo estuve viendo la semejanza entre la manera de pensar de los Nazis y demás engendros y los defensores a ultranza actuales del aborto, curiosamente gente de un modo de pensar de izquierdas. Y la idea central de todo esto es que hay gente que merece la vida, y gente que no la merece. Los niños que tienen la suerte de ser engendrados en una familia bien, merecen vivir. Si un niño es engendrado por una pareja que no tiene recursos, no merece la vida, mejor eliminarlo. Si un niño, en el momento de la gestación, presenta síntomas de llegar a tener una deformidad, una minusvalía o una deficiencia, eliminadlo. No merece la vida. Los espartanos a nuestro lado eran unos aficionados. Aquel Herodes que todos tenemos como un brutal asesino de niños no es nadie a nuestro lado.

Sí, amigos. Dudo mucho que haya habido una barbaridad mayor que la que estamos presenciando en nuestro tiempo. Y no solamente por la frialdad de los asesinatos de humanos, sino también por la ingente cantidad de agravantes. Son asesinatos con el consentimiento de los padres, permitidos e incluso fomentados por las autoridades, subvencionados por el gobierno (al menos 40 millones de euros han ido de las arcas públicas a las clínicas abortivas el último año), alimentando un sucio y multimillonario negocio que ni siquiera es controlado por absolutamente nadie. Los asesinados son completamente inocentes, no tienen opción de quejarse, de hacer huelga de hambre para que el mundo los escuche, no pueden ser grabados por sus asesinos haciendo sus últimos alegatos, ni suplicar clemencia. Millones de vidas segadas en clínicas bajo el consentimiento y el fomento de los gobiernos, rodeados de los aplausos de una sociedad narcotizada.

Si esto es la libertad, que paren ahora mismo, que yo me bajo.

Y lo peor de todo esto, es que de lo que hablo no es ninguna inocentada.

1 comentario:

Ester Del Pozo dijo...

diciembre prolifero veo que has escrito mucho, pasaba a saludarte y desearte muy feliz año!!

sigue así!!

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