viernes, 16 de marzo de 2012

La firma en la célula

Stephen Meyer se doctoró en Filosofía de la Ciencia por la Universidad de Cambridge, dirige el “Center for Science and Culture” del Discovery Institute de Seattle, y es uno de los más reputados proponentes del movimiento del Diseño Inteligente. En 2004 organizó un gran revuelo cuando una revista sobre biología perteneciente a la Smithsonian Institution publicara un artículo científico suyo reivindicando la inferencia de diseño en la Naturaleza:  The Origin of Biological Information and the Higher Taxonomic Categories .

En 2009 volvió a revolucionar el gallinero científico con la publicación de un libro enormemente ambicioso, rigurosamente escrito y que ataca en profundidad el problema del origen de la vida presentando contundentes argumentos contra quienes reivindican la posibilidad de la abiogénesis, es decir, la emergencia fortuita de la vida a partir de la materia inanimada.  El libro de Meyer discurre por el terreno del discurso estrictamente científico y su defensa contundente de la inferencia de diseño se aparta plenamente de cualquier atisbo de resonancia sobrenatural o de tintes religiosos .

Los argumentos de Meyer se apoyan en la evidencia de la existencia de información en la base de la dinámica de la vida. La vida es complejidad especificada, es decir, organización funcional, algo mucho más complejo y esencialmente distinto del puro orden que pueden presentar las estructuras emergentes como consecuencia de la acción de las fuerzas naturales sobre la materia inanimada (cristales, vórtices etc). La información es esa realidad formal, independiente y no interactiva con la materia, carente de masa o cualquier otra dimensión del mundo material, que sin embargo, reside y se instala en el soporte material de los nucleótidos del ADN para prescribir la construcción de los bloques de la vida, las proteínas.

 El código genético se convierte así en uno de los misterios más inabarcables de la Naturaleza, y el problema de la emergencia de la vida se convierte, no en el problema de la verosimilitud de la aparición espontánea de las moléculas más elementales de la vida, sino en el problema de la justificación de la aparición de esa realidad formal que es la información genética .

Además, Meyer repasa uno a uno todos los escenarios propuestos para justificar la emergencia espontánea de las formas primordiales de la vida y va demostrando la inconsistencia de sus planteamientos, la falta de credibilidad de los escenarios imaginados así como la inadecuación de las condiciones ambientales para la vida en el pasado, mostrando la dificultad para explicar la consolidación fortuita de la primera célula.

Cualquier unidad elemental de vida, la más básica de los organismos unicelulares, presenta una construcción de la más alta complejidad, imbuida frecuentemente de la condición añadida de complejidad irreducible de sus mecanismos y en el que la discusión en torno a la dependencia recíproca de proteínas y genes se ha convertido en un clásico de las adivinanzas cuya solución ya nadie espera encontrar.

 El problema es que hay más; la vida no es sólo replicación (genes) y autopoiésis (metabolismo, proteínas). La vida es también un proceso de construcción codificada y de transcripción de signos cuyo significado biológico, perfectamente arbitrario, no puede ser explicado por el determinismo de las leyes físico-químicas que rigen el cosmos . Es por eso que la reivindicación cada vez más acusada del origen extra-terrestre de la vida resulta perfectamente estéril como argumento. Esta solución mágica, se nos dice, no es solamente una forma de echar balones fuera reportando la solución del enigma a una instancia lejana. Lo que se pretende es argumentar que si bien es cada vez más evidente que las condiciones ambientales de nuestro planeta no pudieron facilitar las reacciones químicas necesarias para la formación de los primeros elementos de la vida, la  panspermia  en cambio nos permite afirmar (de manera por supuesto gratuita) que en algún lugar lejano sí se pudieron haber dado esas condiciones necesarias para la emergencia espontánea de la vida, y que una vez verificado el “milagro”, este hallazgo maravilloso, viajero a lomos de meteorito, se dignó posarse sobre la humilde corteza de este recóndito planeta.

 Pero Meyer nos despierta del sueño fantástico al que algunos se han querido aferrar. La emergencia de la vida no supone sólo el problema de explicar la viabilidad de la formación de los primeros organismos vivos en un ambiente dado; supone, por encima de todo, el problema de explicar la aparición de la información precisa que rige los procesos y la dinámica de los vivientes ; aquí o en el rincón más apartado del cosmos inmenso que nos alberga. La información al fin y al cabo, es una realidad inmaterial y como tal, no tiene justificación mantener que haya sido producida por las fuerzas que determinan la materia inanimada. Hasta ahora no conocemos otra fuente de producción de información que la inteligencia de una mente racional. Sabemos a ciencia cierta que nunca se ha verificado evento alguno en el que esta regla dorada haya sido transgredida. La causa del Diseño Inteligente se apoya por lo tanto en el conocimiento más avanzado de la biología y en la reflexión y experimentación científica más escrupulosa. De estos sólidos cimientos nace la inferencia filosófica de una causalidad inteligente en el origen de la vida.

 El libro de Meyer ha constituido un auténtico evento en el seno de la comunidad científica internacional y su éxito comercial ha sido rotundo . Desde su publicación Meyer asiste de forma continuada a presentaciones en aulas de Universidades y auditorios de todo el mundo así como a entrevistas y debates en medios de comunicación.

Es una lástima que literatura de tan alto nivel científico y que se ocupa de asuntos tan enormemente interesantes y relevantes para el debate sobre los orígenes no pueda ser disfrutada por el público de habla hispana al carecer por el momento de traducción y no existir planes inmediatos al respecto por parte de la editorial propietaria de los derechos.

En compensación sin embargo, en nuestra página principal (www.oiacdi.org) podemos acceder a un estupendo artículo sobre este mismo asunto, el origen de la vida, debido a la pluma de un personaje tan brillante como heterodoxo, el gran David Berlinski. Este intelectual agnóstico de origen judío nos ofrece en su artículo, este sí traducido al español, una revisión profunda de las premisas y supuestos, y como consecuencia, de las dificultades para hacer razonable la teoría de la abiogénesis. Por el artículo desfilan todos las constricciones del proceso: la falta de una atmósfera prebiótica químicamente reductora, la dificultad de explicar la síntesis natural de la citosina y de la ribosa, la aparición espontánea de mecanismos para la formación de polinucleótidos, el descubrimiento inexplicado en la Naturaleza de una molécula con capacidad de duplicarse a sí misma, y por último la transformación de una de estas moléculas autorreplicativas en un sistema químico codificante. Un artículo accesible y de gran interés que les recomiendo vivamente.

Autores: Antonio Cruz Suárez

©Protestante Digital 2012

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