lunes, 12 de marzo de 2012

Cristiano de nombre

Cuando la batalla recrudecía, es cuando más unidos tenían que estar los ejércitos griegos. La formación de falange requería que todos y cada uno de ellos actuaran en total unidad y como un solo cuerpo.

Y aquella batalla era una de esas en las que los grandes guerreros griegos se ganaban su nombre. Una de esas en las que el coraje, la determinación, la unidad y el entrenamiento hacía la diferencia entre la vida y la muerte. La batalla estaba en el momento más dramático, en ese en el que casi cualquier cosa puede pasar, en ese en el que hasta el soldado más capaz y más valiente teme por su vida.

Y aquel soldado temió.

En un momento, cuando se veía claro que los soldados persas iban a embestir con toda su crudeza, el soldado abandonó la formación y salió corriendo para ir a refugiarse en unas rocas cercanas. Quería esconderse allí. Él tenía familia, tenía hijos pequeños, una mujer. No podía permitirse dejarlos sin nadie que los protegiera. Así que huyó. Se metió entre las piedras y allí se hizo un ovillo mientras sus compañeros se esforzaban por no perder la batalla, mientras los demás trataban de cumplir con su lugar, y con el del soldado cobarde que los había dejado en el último momento.

Muchos cayeron en ese día. Demasiados. Por el soldado cobarde y otros como él, murieron hombres valientes. Muchos padres, esposos e hijos. Pero la victoria fue griega.

Y al soldado cobarde le llegó el momento en que tuvo que comparecer ante el gran Alejandro el Grande, el conquistador del mundo. Rodeado de sus generales con engalanadas armaduras, el gran general de Grecia estaba delante de él, mirándole con desprecio.

- Por tu cobardía han muerto soldados valientes. Si no actuamos como una unidad, si no somos valientes, si no actuamos como debemos, seremos derrotados. Y más hombres morirán. Soldado, ¿cual es tu nombre?

El soldado, avergonzado, bajó la cabeza. - Alejandro, Gran Rey. Mi nombre es Alejandro.

El Magno le observó sobresaltado. A los pocos segundos, le miró a los ojos y le dijo: - O cambias de nombre o cambias de actitud.

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