Aquella barbaridad caló tan hondo que
aún hoy en día, dos mil años después, todos los inviernos se
recuerda. Para eliminar al que, según las profecías, iba a sentarse
en su trono, Herodes mandó asesinar a todos los niños menores de 2
años de Belén y sus alrededores. Inocentes asesinados para
conservar el trono.
Tenemos ejemplos de muchas barbaridades
a lo largo y ancho de la historia. Somos perfectamente conscientes de que los hombres somos capaces, de hecho con mucho ingenio, de
hacer salvajadas con un nivel de bestialidad que nos ponen los pelos
de punta. Tenemos a la vuelta de la esquina el atroz exterminio de
seis millones de judíos el siglo pasado; el asesinato sistemático
de enemigos, ya fueran de un bando o de otro, durante la guerra
civil; las brutales condenas que daba el Santo Oficio a aquellos que
no comulgaban con ellos, o que eran acusados de ello; tenemos las
crucifixiones romanas; los desollamientos que hacían los persas; las
empalaciones, la costumbre de cortar la cabellera a sus enemigos de
los indígenas americanos...
No nos faltan aberraciones de todos los
colores y gustos, maneras en que el ser humano se ha superado a sí
mismo en el dudosamente noble arte de la muerte. Y en muchas
ocasiones haciendo todas estas barbaridades a inocentes, a gente que
no tenía la culpa, que no tenía capacidad de defenderse, ni
siquiera de quejarse.
Pero esta capacidad destructora del ser
humano ha llegado a cotas inimaginables de perfección y brutalidad
en los últimos años. Hemos llegado a un nivel de bestialidad y de
inhumanidad que ya quisieran para sí Jack el Destripador, Hitler o
el mismísimo Jerjes.
Asesinar a niños es algo que se lleva
haciendo miles de años. Los dioses de la antigüedad están saciados
con la sangre de inocentes, desparramada en los altares buscando un
bien mayor. Lo sabemos y nos produce repugnancia, consternación la
idea de que unos padres sacrifiquen a sus pequeños en los altares de
sus dioses. Ni siquiera el aborto es una práctica que se haya inventado
en el último siglo. No faltan las historias de descubrimientos de
esqueletos de fetos en los subterráneos de los conventos, o de
historias de rudimentarios abortos a lo largo de la historia por
miedo a que el marido de turno se enterase de lo que no se tenía que
enterar.
Pero lo que ocurre ahora no tiene
parangón en ningún lugar ni momento, por bestial que este sea, de
la historia. En 15 años, en Europa han sido segadas, de la manera
más aséptica posible, 20 millones de vidas. Ahí es nada. Una población comparable a casi la
mitad de la del país de España ha sido exterminada.
Hace poco tiempo estuve viendo la
semejanza entre la manera de pensar de los Nazis y demás engendros y los defensores a ultranza actuales del aborto, curiosamente gente de
un modo de pensar de izquierdas. Y la idea central de todo esto es
que hay gente que merece la vida, y gente que no la merece. Los niños
que tienen la suerte de ser engendrados en una familia bien, merecen
vivir. Si un niño es engendrado por una pareja que no tiene
recursos, no merece la vida, mejor eliminarlo. Si un niño, en el
momento de la gestación, presenta síntomas de llegar a tener una
deformidad, una minusvalía o una deficiencia, eliminadlo. No merece
la vida. Los espartanos a nuestro lado eran unos aficionados. Aquel Herodes que todos tenemos como un brutal asesino de niños no es nadie a nuestro lado.
Sí, amigos. Dudo mucho que haya habido
una barbaridad mayor que la que estamos presenciando en nuestro
tiempo. Y no solamente por la frialdad de los asesinatos de humanos,
sino también por la ingente cantidad de agravantes. Son asesinatos
con el consentimiento de los padres, permitidos e incluso fomentados
por las autoridades, subvencionados por el gobierno (al menos 40 millones de euros han ido de las arcas públicas a las clínicas abortivas el último año), alimentando un
sucio y multimillonario negocio que ni siquiera es controlado por absolutamente nadie.
Los asesinados son completamente inocentes, no tienen opción de
quejarse, de hacer huelga de hambre para que el mundo los escuche, no
pueden ser grabados por sus asesinos haciendo sus últimos alegatos,
ni suplicar clemencia. Millones de vidas segadas en clínicas bajo el
consentimiento y el fomento de los gobiernos, rodeados de los
aplausos de una sociedad narcotizada.
Si esto es la libertad, que paren ahora
mismo, que yo me bajo.
Y lo peor de todo esto, es que de lo
que hablo no es ninguna inocentada.
1 comentario:
diciembre prolifero veo que has escrito mucho, pasaba a saludarte y desearte muy feliz año!!
sigue así!!
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