miércoles, 22 de junio de 2011

Invitación real

Vamos a suponer que ocurre algo verdaderamente ilógico. Vamos a usar nuestra imaginación para inventar una historia que me ocurre a mí, o a ti. Es algo imposible que pase, pero la imaginación es una de las más potentes herramientas que tenemos.

Un día estás trabajando (o yo, supongamos que algún día hay suerte y hay un puesto disponible de, digamos, fregar platos en una tasca de mala muerte). Son las 12 y media de la noche, tú ya estás pensando más en irte a casa a descansar de una dura jornada que en cualquier cosa. Ya estás casi solo en el bar. Incluso puedes permitirte el cantar mientras friegas. Entonces escuchas un ruido detrás. Te das la vuelta y ves a un hombre con un traje negro, corbata negra, camisa blanca, gafas de sol. Jurarías que te encuentras ante alguien que te dirá algo de extraterrestres y acto seguido te flasheará para hacerte olvidar la información confidencial.

El hombre de negro se acerca a ti. “Estoy buscando a alguien”. “El jefe no está en estos momentos, ya se ha ido” le dices. “Mañana a partir de las 10 de la mañana segurament...” Te corta. “No estoy buscando al jefe del establecimiento, estoy buscando a...” mira en una carta que saca del maletín “el señor... (y dice tu nombre)”. Extrañado, te temes lo peor. “Soy yo” le respondes. Un placer, señor... (pon aquí tu apellido), vengo de La Zarzuela, en nombre de Su Majestad el Rey de España. Él mismo me envía a entregarle esta carta personalmente.

Te entrega la carta. En un principio pensaste que era una broma de tu cuñado. Ayer mismo te dijo que te debía una por una jugarreta que le preparaste. Pero al notar la calidad del papel, el sello dorado de la casa real y lo profesional de todo descartas esa posibilidad. Esto parece un sueño. Con las manos temblorosas, rompes el sello, abres la carta y la lees.

Con palabras ceremoniosas, escritas a mano, te invitan a acudir mañana a una cena en La Zarzuela. Según lo que pone ahí, esa cena es en tu honor. Y lo más extraño y sorprendente es cuando ves que está firmada por el mismo rey. En tu mente se fragua la imagen del mismo monarca escribiéndote la misiva.

Al día siguiente acudes en transporte público al Palacio Real, te da vergüenza acercarte con tu penoso coche. Con el traje de la boda de tu primo, vas a paso ligero, te impresionas según entras por las fastuosas puertas. Allí, un hombre con el uniforme de servicio en seguida te reconoce, te da la bienvenida y te acompaña a un enorme comedor. Jamás estuviste en un sitio tan lujoso. Los retratos de los antiguos monarcas que tanto te afligieron en las clases de historia en el instituto ahora te miran amables. Notas como hay una mesa preparada. Una mesa para solo dos comensales. La chimenea, apagada, es una auténtica obra de arte. Te acercas, sobre el hogar hay algunas fotos de la familia. Entonces descubres la foto que está en el medio de todas ellas. ¡Es la tuya!. No alcanzas a entender el porqué.

“¡Hombre, ya estás aquí!” Juan Carlos I aparece por una de las entradas al comedor. Cuando le miras, te extrañas aún más. Encima del traje, lleva un mandil. Entra conduciendo un carrito metálico. “Veo que has visto la foto, es de hace un par de años ya, ¿no?” Acerca el carrito a la mesa y te acompaña a la chimenea. “Si señor” es lo único que puedes decir.

Esa noche, tendrás oportunidad de hablar con el rey, descubrirás que él mismo ha cocinado tu cena, que realmente te aprecia, que él se ha preocupado de tenerte cerca, se ha interesado por ti.

¿Qué os parece? La verdad es que es un poco estúpido imaginarse esto, ¿no?. Está claro que esto es imposible y que nunca llegará a ocurrir. ¿O sí?

No se si será posible que el Rey de España te invite a cenar, se preocupe personalmente por ti, se ponga el uniforme de servidumbre y conduzca el carrito con tu cena. Pero esto sí ocurrió con el Rey del Universo. Dios mismo, el monarca de todo, el Señor de todos los señores te ha invitado personalmente, se ha acercado a ti, se ha puesto el uniforme de siervo, con sus propias manos ha escrito tu invitación de su puño y letra, usando su propia sangre como tinta, se ha humillado hasta la muerte, ha conducido el carrito con tu cena. Y todo esto lo ha hecho por ti, para que tú pudieras un día estar cenando con Él. Para que hoy en día puedas tener una relación personal con el soberano.

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