“Lo que esperemos del futuro va a determinar absolutamente la manera en que vivimos el presente. “ Esta era la idea de la entrada del pasado jueves 26 de mayo, lo que quería trasmitir es que viendo la forma en que uno vive su tiempo, se puede determinar lo que espera de la próxima vida. Pero hoy quiero dar una vuelta más de tuerca.
Todos tenemos la imagen de la película de 300 en donde Leónidas afirma que sus hombres se quedarán a defender las Termópilas, incluso cuando ya era evidente que iban a perder aquella batalla. Queda reflejado en la mítica frase que pronuncia :”Espartanos, desayunad bien, porque esta noche cenaremos en el infierno.” Él ya sabía el final de todo aquello, no en vano, para los espartanos, la muerte en combate era todo un honor, ellos vivían con la esperanza de encontrar a algún luchador tan diestro que pudiera derrotarlos en combate. Para ellos, la lección es evidente, viendo la manera de morir de alguien, podemos extraer mucha información, no solamente de su vida sino de su esperanza futura.
Respecto a esto, quiero considerar un par de versículos, se encuentra en Mateo 20: 18-19. He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los principales de los sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte; Y le entregarán a los Gentiles para que le escarnezcan, y azoten, y crucifiquen; mas al tercer día resucitará.
Estas palabras las dijo Jesús al borde de comenzar la Semana Santa, los acontecimientos que se precipitarán hasta su muerte en la cruz. Jesús estaba en el camino que separaba Jericó de Jerusalén. Hay muchas cosas que se podrían decir acerca de estas palabras expresadas exactamente en estos momentos, pero yo quiero centrarme en algo. Jesús está expresando con asombrosa exactitud lo que le va a ocurrir, cuanto más se analice más detalles de lo que ocurrirá apenas unos días después salen a la luz, pero hay algo que me llama más la atención. Según la idea generalizada, Jesús fue traicionado por Judas, cayó en una trampa, se vio sorprendido y sobrepasado por los acontecimientos. Parece como si Cristo viniera a hacer algo al mundo, y al verse traicionado y condenado por los romanos, tomó la última opción, usar esa muerte para traer salvación.
Pues no, eso es mentira, aquí él mismo está diciendo cual era el plan, y lo está diciendo en un momento de buenos momentos, en Jericó les fue bien, él estaba con sus amigos, la gente le aclamaba, solo hay que ver la recepción que le hicieron cuando llegó a Jerusalén. Nada hacía sospechar ese final dramático.
Jesús no vino a enseñarnos un camino precioso de buenas obras y mentes transformadas, él no vino a traer el bien al mundo y fue sorprendido por una conjura diabólica que le llevó a la muerte, no. Él vino precisamente a morir en aquella cruz, para él no era una sorpresa, para él no era una maniobra desesperada para tratar de sacar partido a su situación. Todo el mundo estaba orquestado de tal manera que aquel sacrificio perfecto fuera posible. Nadie le robó la vida, sino que la puso voluntariamente. Y ni siquiera es algo que se preparase en el camino a Jerusalén, ni en el momento de su nacimiento o de su concepción virginal, ni se ideó con los reiterados anuncios y señales de este hecho que hubo en el Antiguo Testamento. Este plan ya estaba ideado con el crujido del mordisco a la fruta prohibida del huerto del Edén, cuando Adán y Eva fueron retirados del paraíso, ya estaba en marcha el plan. La espada ardiendo que les impedía llegar a la vida eterna era solo un trámite. Con esta muerte de Jesús, el descendiente de Set, el camino volvió a estar abierto, y la eternidad volvía a ser posible para el ser humano. El problema del pecado ya estaba solucionado. Jesús no fue sorprendido, él tenía un plan específico, y lo cumplió a la perfección. No había lugar para pruebas, para sorpresas, para vacilaciones. Él vino a morir, específicamente, él vino a desbrozar el camino al Cielo, él vino para que tú pudieras llegar al Creador. Todas las demás interpretaciones de su venida no solamente están en contra de la enseñanza del Libro, sino que no tienen ningún sentido. Porque sin un sustituto no podemos llegar al Dios perfecto e inmenso, porque intentar comprar a Dios viviendo una vida llena de bondad es demasiado presuntuoso y un insulto a su grandeza, porque el ser humano es tan malvado que no se puede salvar a sí mismo.
Si viendo la manera de morir de alguien podemos saber cómo es y qué espera del futuro, viendo la muerte de Cristo, podemos tener la seguridad de quién fue, quién es y quién será. Dios hecho carne.
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