domingo, 31 de julio de 2011

Lo bueno y lo mejor

“¿Que Él es bueno y omnipotente? ¡Vaya idea absurda! Si Él es, de verdad, bueno y omnipotente, como pretende la Biblia, ¿por qué razón permite la existencia del mal? ¿Por qué razón ha permitido que se produjese el Holocausto, por ejemplo? Si lo piensa mejor los dos conceptos son contradictorios, ¿no? Si Dios es bueno no puede ser omnipotente, ya que no logra acabar con el mal. Si Él es omnipotente no puede ser bueno, ya que permite la existencia del mal. Un concepto excluye al otro, ¿cuál prefiere?”

Estas son las palabras que el autor José Rodriguez Dos Santos pone en boca de Albert Einstein en su libro “La fórmula de Dios”. Desconozco si esta era la manera de pensar de Einstein respecto a este tema, pero lo que sí que sé es que es la de mucha gente, al menos de varios con los que he hablado de este tema.

Y la verdad es que es un razonamiento mucho más que lógico y que, seguramente más de un dolor de cabeza ha traído a mucha gente que cree en el Dios de la Biblia. Yo quiero rebatirlo desde mi humilde opinión y conocimiento.

Es cierto que Dios es omnipotente, es decir que puede hacer cualquier cosa que quiera. Esta idea es muy difícil de comprender, porque nuestra mente, aunque es asombrosa, tiene ciertos límites, por lo tanto se nos escapa la idea de algo eterno, de algo infinito. Pero aquí no creo que resida el problema de esta afirmación. Según mi opinión el problema reside en el concepto de que “Dios es bueno”.

Es complicado explicar la bondad de Dios en medio del mundo en que nos ha tocado vivir, en el que vemos a diario tantas maldades, en que fue posible algo tan atroz como lo que menciona Albert, el Holocausto. Aquí me gustaría hacer una diferencia entre dos conceptos: lo bueno y lo mejor.

Lo bueno sería que Dios, al ser omnipotente, no hubiera permitido que el hombre hiciera nada malo, que todos fuéramos felices cumpliendo la voluntad del Creador y que nadie sufriera. Seguiríamos viviendo en el paraíso y ni siquiera habríamos sido conscientes aún de nuestra desnudez. Nuestra ingenuidad e inocencia nos habrían impedido hacer algo que contradijese las órdenes que vienen de arriba.

Pero, curiosamente, así no es como esto funciona. Por alguna razón, Dios, aun teniendo todo el poder y deseando nuestro bien, ha permitido que seamos malos, que nos insultemos, que nos peguemos, que nos matemos entre nosotros. Esto puede chocar e incluso puede llegar a ser una barrera para creer en lo que dice la Biblia. Pero Dios no quería autómatas que le sirvieran como esclavos ciegos. Cuando Adán y Eva comieron de aquel fruto en el Edén, eligieron salir del paraíso. A partir de entonces, sabemos perfectamente lo que es el mal, y de hecho, normalmente es nuestra primera opción para casi todo. Pero ahora sucede algo mucho más increíble, mucho más bonito. Ahora tenemos la opción de fallar, pero al mismo tiempo tenemos la opción de amar. Ya no servimos a Dios por imposición o por desconocimiento, ahora podemos tener el placer de seguirle, de servirle por amor, porque somos conscientes de quién es Él y de quiénes somos nosotros. Lo bueno es la obediencia ciega, lo mejor es el amor.

Todos somos conscientes de lo malos que somos, comenzando por un servidor. Diariamente me sorprendo a mi mismo pensando cosas que me dan miedo. Hay mucha gente sufriendo e incluso muriendo a diario por todo el mundo por la maldad de los hombres, incluso hay gente que sufre por mi maldad. Y eso no es porque Dios no sea bueno, eso es porque nosotros somos malos. Y si Dios permite semejante cuadro, insisto, según mi opinión, es porque tiene un camino mejor, uno auténtico. Porque, a pesar de nuestra maldad, a pesar de todo lo que somos y lo que Él es, vino al mundo a pagar la pena, para que ni tú ni yo tuviéramos que hacerlo.

Es algo extraño, es difícil de explicar y mucho más de comprender. Pero Dios no quiso lo bueno para el hombre, Él no se quedó con ganarse nuestra obediencia, Él fue mucho más adentro, el prefirió ganar nuestro corazón. Eso es algo que ha traído consecuencias, algunas de ellas terribles, pero la recompensa es mucho mayor; la recompensa es el amor. El amor es la clave de esta ecuación, con el amor no tenemos que excluir ninguno de los dos conceptos de Dios.

1 comentario:

Ester Del Pozo dijo...

Olaaaa....


me ha gustadoo muxoo!

saluudoss

p.d-te sigo :DDD

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