miércoles, 15 de febrero de 2012

El gran pozo


El gran pozo había sido su hogar desde siempre.

Era grande, de robustas piedras. En verano siempre había agua de sobra para nadar y para refrescarse, en invierno tenía muchas ramitas y hojas en las que refugiarse del frío. Lucas, una rana, siempre había sido muy feliz viviendo en aquel pozo. Allí vivían también sus hermanas, había comida suficiente para todas. Allí estaba todo su mundo, no necesitaba nada de afuera. De hecho, nada de afuera existía, literalmente.

Pero todo cambió el día que llegó una nueva rana al pozo. Una ranita un poco más pequeña que ella y sus hermanas, pero de unos colores mucho más vivos. Cuando saltó desde el borde del pozo hacia abajo, todas las ranas autóctonas le hicieron un corro y la observaron detenidamente. No conocían a ninguna otra rana que no fuera de la familia, que no fuera una de aquellas con quienes habían convivido desde que tenían uso de razón.

- ¡Hola rana!- Lucas estaba muy ilusionada, aunque un poco recelosa. - ¿Quién eres? ¿Eres una rana como nosotras?

- ¡Hola amigas!- El acento de su nueva amiga era muy extraño. Se notaba que venía desde lejos. – Sí que soy una rana, como vosotras, aunque soy un poco diferente, soy una rana también. Me llamo Miguel. ¿Vosotras cómo os llamáis?

Todas las ranas se fueron presentando. Estaban muy contentas de haber conocido a una amiguita nueva. Juntas se dieron un chapuzón en las aguas del pozo, siempre tan verdes y tan llenas de vida, exactamente como a ellas les gustaba. 

Pero Lucas seguía preguntándose cosas acerca de aquella ranita de colores. No conocía nada que saliera de aquel pozo, y de hecho, hasta ese momento, ni siquiera se había preguntado qué habría más allá de la redonda boca de piedra que era su mundo. Ni se había planteado la idea de que más allá, por ese agujero por el que entraba la luz y el calor en verano y el frío viento en invierno, si por ese lugar por donde podía ver las estrellas las noches despejadas y caían los copos de nieve cuando el cielo se ponía naranja, pudiera haber más lugares donde vivieran otras ranas como ella y sus hermanas. Así que, cuando ya todas sus hermanas descansaban, se acercó a su nueva amiguita de colores.

- Miguel, me gustaría preguntarte algo. ¿Cómo se llama el sitio de donde tú vienes?

- Pues yo vengo de un lugar que se llama mar.

- ¿Y ese sitio llamado mar es grande?

- ¡Oh!, ¡Sí que es grande el mar! Más que grande, ¡es inmenso!

Lucas se quedó pensando durante un momento. Sí que debía de ser grande ese pozo llamado mar. - ¿Es tan grande como mi pozo?

A Miguel se le escapó una risotada. - ¿Cómo puedes comparar tu pozo con el mar?

- ¿Por qué? ¿Es mucho más pequeño que mi pozo?

- Es muchísimo más grande que tu pozo. No tiene nada que ver. ¡Te he dicho que es inmenso!

- No puede ser que sea más grande que mi pozo. – La rana Lucas se puso roja de ira.- ¡No puede haber nada que sea más grande que mi pozo! ¡Ahora mismo te vas a ir de aquí, por mentirosa!

1 comentario:

Ricardette dijo...

Me gusta este tipo de relatos.Parecen escritos al azar,y sin embargo,tiene su moraleja.Pero es abierta,no hay un guión que diga qué ha de aprender cada uno,ya que eso sólo depende de uno mismo.En mi caso,nada hay más grande que el hogar propio,y si lo insultan,es una falta a nuestras raíces.Gracias por recordármelo.

Un abrazo!!

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