Una nació del góspel, se arraigó en la fe en Jesús, y desde
sus caudales de luz surgió de manera explosiva haciendo asombrar al mundo
entero con su voz. Whitney, la chica buena.
La otra fue contestaría, provocativa con la religión, seductora sin prejuicios ni límites. Más que explosiva con su voz, con sus maneras y puestas en escena. La chica mala, Madonna.
Ambas de la misma generación. La chica buena se casó, pero con el hombre equivocado. La chica mala siguió arrasando con todo a su paso sin atarse a nada ni a nadie, salvo a ella misma.
Ambas probaron las drogas. Madonna no sufrió por ello: estaba llena de otras muchas cosas como proyectos, y pasiones intrascendentes pero intensas que la ayudaron a continuar sin atarse a las cadenas artificiales. Whitney se rompió, porque apostó por el amor humano y le falló; y se quedó vacía, atada al fracaso personal y –como ella dice- a la droga que era su marido Bobby Brown, del que después se acabó divorciando tras un matrimonio roto en mil pedazos y clavado como cristales rotos por todas las partes de su alma.
Madonna, la chica mala sigue adelante . Es como una de los amigos de la historia del hijo pródigo, celebrando la vida, gastando lo que tiene, y lo que tienen sus compañeros de camino.
La chica buena acaba de morir con 48 años . Logró empezar a recomponer los trozos de su vida en 2009. Pero con secuelas, altibajos, sufriendo también la crueldad de una sociedad que parece disfrutar viendo las debilidades de los grandes personajes, hurgando en sus heridas en vez de curarlas y vendarlas.
Sin duda Whitney tomó una decisión equivocada en su matrimonio . Algo que nos debe hacer reflexionar sobre la importancia de elecciones decisivas en nuestra vida; de saber verlas desde una perspectiva que vaya más allá del momento.
Pero de quienes llevamos un cierto camino recorrido ¿quién no se ha equivocado seriamente alguna vez? ¡Si sólo fuera una! Es bueno apoyar a quienes tropiezan y caen. Más aún a quienes cojean porque les resulta difícil encontrar o entrar en el camino de vuelta a casa, a la verdad, a la gracia.
Y nos duele enormemente que quien, con mucho esfuerzo, estaba de regreso a la casa del padre, esta hija pródiga moderna que ha sido Whitney Houston, haya muerto justo ahora que estaba viviendo el abrazo del perdón y la oportunidad de una vida nueva junto a los suyos.
La otra fue contestaría, provocativa con la religión, seductora sin prejuicios ni límites. Más que explosiva con su voz, con sus maneras y puestas en escena. La chica mala, Madonna.
Ambas de la misma generación. La chica buena se casó, pero con el hombre equivocado. La chica mala siguió arrasando con todo a su paso sin atarse a nada ni a nadie, salvo a ella misma.
Ambas probaron las drogas. Madonna no sufrió por ello: estaba llena de otras muchas cosas como proyectos, y pasiones intrascendentes pero intensas que la ayudaron a continuar sin atarse a las cadenas artificiales. Whitney se rompió, porque apostó por el amor humano y le falló; y se quedó vacía, atada al fracaso personal y –como ella dice- a la droga que era su marido Bobby Brown, del que después se acabó divorciando tras un matrimonio roto en mil pedazos y clavado como cristales rotos por todas las partes de su alma.
Madonna, la chica mala sigue adelante . Es como una de los amigos de la historia del hijo pródigo, celebrando la vida, gastando lo que tiene, y lo que tienen sus compañeros de camino.
La chica buena acaba de morir con 48 años . Logró empezar a recomponer los trozos de su vida en 2009. Pero con secuelas, altibajos, sufriendo también la crueldad de una sociedad que parece disfrutar viendo las debilidades de los grandes personajes, hurgando en sus heridas en vez de curarlas y vendarlas.
Sin duda Whitney tomó una decisión equivocada en su matrimonio . Algo que nos debe hacer reflexionar sobre la importancia de elecciones decisivas en nuestra vida; de saber verlas desde una perspectiva que vaya más allá del momento.
Pero de quienes llevamos un cierto camino recorrido ¿quién no se ha equivocado seriamente alguna vez? ¡Si sólo fuera una! Es bueno apoyar a quienes tropiezan y caen. Más aún a quienes cojean porque les resulta difícil encontrar o entrar en el camino de vuelta a casa, a la verdad, a la gracia.
Y nos duele enormemente que quien, con mucho esfuerzo, estaba de regreso a la casa del padre, esta hija pródiga moderna que ha sido Whitney Houston, haya muerto justo ahora que estaba viviendo el abrazo del perdón y la oportunidad de una vida nueva junto a los suyos.
© Protestante Digital 2012
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