martes, 28 de febrero de 2012

Mártires


Cuando estaba en el instituto, tuve la osadía de afirmar, en una visita que hicimos a una exposición sobre Erasmo de Rotterdam, que yo soy evangélico. El principal problema fue que mi profesor de filosofía lo escuchó. A partir de entonces, no había día que no me planteara retos, que no hiciera debates (injustos, en los que toda la clase, incluido él defendían una postura, para que yo defendiese la contraria) para intentar dejarme en ridículo, formulase aseveraciones en contra del cristianismo desde el punto de vista religioso, filosófico, biológico, etc. La verdad es que no salí tan mal parado de aquellas “reyertas”. Una de aquellas afirmaciones es el afirmar que el cristianismo nació algo así como un “grupo terrorista” contra los judíos y los romanos que finalmente, al ver que no podían, usando la violencia, cambiar las cosas, trastocaron su plan y se pasaron al “bando del amor”. No se la discutí mucho aunque desconocía totalmente de donde nacía esa afirmación, pero esta es otra de las cosas de las que me gustaría hablar con él si algún día lo encuentro en algún sitio. Porque, como tantas otras cosas que me decía y todos se tragaban, incluso han sido algo que han acompañado a mis dudas durante muchos años, simplemente son mentiras, sin ningún fundamento. Desconozco si él creía en eso que nos decía o era solamente un intento de atacar a lo que él consideraba el enemigo o de acallar su conciencia, en cualquier caso, nos estaba engañando.

Porque lo cierto es que el cristianismo, desde el principio ha sido llamado a sufrir. Ya al poco tiempo de comenzar la Iglesia a andar por la historia, Esteban fue asesinado a pedradas por esta fe. A partir de entonces, y hasta el emperador Constantino, la persecución sacudió a los fieles de Cristo durante cuatro siglos. Tertuliano, uno de los Padres de la Iglesia escribió: La sangre de los mártires es la semilla de la Iglesia. Incluso después de la aceptación de los cristianos por parte del estado romano en  época de Constantino, hubo otro periodo de persecución en la época de Juliano.

Pero eso son cosas que pasaban hace mil quinientos años. Eso es algo que podríamos pensar al escuchar las historias de los cristianos siendo devorados con devota resignación por las fieras del Coliseo Romano. Ahora el cristianismo está asentado y es fuerte (a veces demasiado).

La verdad es que a lo largo de la historia, la persecución de cristianos, y de miembros de otras fes por sus convicciones ha sido algo relativamente normal. Sin ir más lejos, en nuestro propio país tenemos dos de los mejores ejemplos de todo el mundo. El primero nos lleva unos cuatro siglos atrás, donde el “Sacrosanto Imperio Español, Católico Apostólico y Romano, Defensor de la Cristiandad” (las comillas van ahí intencionadamente) torturó y asesinó a miles de españoles y misioneros venidos desde el extranjero para evitar por todos los medios posibles, cayese quien cayese y pisando a quien fuera, incluso el nombre del Dios a quien pretendían representar, que “otra religión” entrara a sus tierras y los protestantes se expandiesen. Saliendo de controversias acerca de sus intenciones, su derecho para hacer aquello y la interpretación de la Biblia y de no sé cuántas tradiciones y concilios que les llevaron a pensar que debían hacer aquello, el caso es que fue otra de aquellas ocasiones en que la sangre de los mártires corrió. La segunda ocasión la tenemos relativamente reciente. Y es no menos grave que aquella. Y es que en nuestro país se llevó a cabo en los años 30 del siglo pasado la que ya es la escena más sangrienta de la Historia de la Iglesia Mundial. En un semestre, se asesinaron a cuatro mil sacerdotes y más de dos mil religiosos. Entre el año 1934 a 1939, se asesinaron a más de diez mil religiosos. No hay precedentes para esto, ni siquiera en la época de la persecución romana.

Pero eso hoy en día no pasa.

Pues bien, a lo largo del siglo XX, fueron asesinados por su fe más de 45 millones de cristianos. Ciento sesenta mil cristianos fueron asesinados por el hecho de serlo solamente en el año 2001. Entre los años 2003 y 2009, según informó Asianews en diciembre 2009, habrían sido asesinados alrededor de 2000 cristianos en Irak. A causa de la inestabilidad y de los ataques dirigidos contra cristianos, muchos de ellos han huido a otros territorios: de los cerca de 800 mil cristianos que había en 2003, se calcula que quedan 450 mil en 2010.

Por lo que se refiere a La India, entre 2008 y 2010 se registraron más de 1000 episodios anticristianos en el estado de Karnataka, según se informó en marzo de 2010. En el estado de Orissa, entre los años 2008-2010 más de 4000 cristianos sufrieron persecución y presiones para convertirse a la religión hindú. 

Según unas declaraciones de Mario Mauro en agosto 2010, que fungía entonces como representante de la OSCE contra la discriminación de los cristianos, de 100 personas que mueren al año por persecución religiosa, 75 serían cristianos. Habría, según los datos de ese año, unos 200 millones de cristianos en situaciones de persecución. En la actualidad, el número de cristianos perseguidos estaría en torno a la cifra de 100 millones.

En cuanto al número de cristianos muertos anualmente por su fe, según una declaración hecha pública en junio de 2011 por Massimo Introvigne, representante de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) para la lucha contra la intolerancia y la discriminación contra los cristianos, se trataría de 105.000 muertos al año.

Este es el hecho, no hay una religión más perseguida actualmente que la cristiandad, no hay un momento histórico de mayor persecución contra los cristianos que el actual.

En esto debemos pensar cada vez que se nos ocurra quejarnos por nuestra situación, la próxima vez que pensemos que nosotros, por ser de este grupo de cristianos o del otro, tenemos más derecho, más razón. Nosotros, en España, en Europa, tenemos libertad de ser o dejar de ser lo que queramos. Más nos valdría, por la memoria de los que han caído para conseguirlo, por amor y respeto a quienes no lo tienen, estar más unidos, concentrarnos en la meta, en el fin, en lo más importante y dejarnos en paz de tantas tonterías, discusiones inútiles, separaciones vacías, de alimentar nuestros propios egos y nuestros bolsillos. Porque para esto hemos sido llamados. 

Y acordémonos un poco más de aquellos que sufren en nuestras oraciones y en nuestras vidas.

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