martes, 15 de marzo de 2011

Los pies de barro

“La crisis nuclear desborda a Japón” es el titular de El País del día de hoy, con la foto de una chica japonesa acurrucada entre los escombros llorando sin control. “Japón pide auxilio ante las horas críticas de Fukushima” es el de El Mundo. Y así son la mayoría de los periódicos de todo el mundo. Titulares apocalípticos relacionados con el terremoto de Japón, con el tsunami y ahora sobre todo con el riesgo de desastre nuclear que ha puesto a todo el mundo a recapacitar sobre si merece la pena la energía nuclear teniendo en cuenta el riesgo que entraña.

Estos titulares serían impensables solamente una semana atrás. El terremoto de 9 grados en la escala de Richter ha producido hasta ahora 4000 muertos, decenas de miles de desaparecidos, y centenares de miles de desplazados. Ciudades enteras fueron engullidas por la enorme ola que arrasó todo a su paso por el este de Japón. Creo que todos hemos sentido cuando veíamos las imágenes del desastre como si estuviéramos siendo testigos de una película de desastres a las que Hollywood nos tiene acostumbrados.

No se si es absolutamente cierto pero yo al menos tenía la impresión que Japón era el país mejor preparado contra los terremotos, está claro que este mismo seísmo habría sido mucho más dañino en algún otro país más pobre o con los edificios peor preparados contra los temblores de tierra. Y sin embargo, Japón se encuentra colapsado por la enorme catástrofe que lo ha asolado. Toda la tecnología posible puesta al servicio de la prevención de, precisamente, este tipo de eventos, y todo esto no ha podido impedir que hoy en día todo el mundo esté pensando si debemos replantearnos la energía atómica, no ha podido impedir que los japoneses busquen desesperadamente de salir de su tierra por miedo a un desastre nuclear, al estar cayendo su sistema de seguridad como un castillo de naipes.

Desde el pasado 11 de marzo hemos visto cómo caía un gigante, cómo la tercera economía mundial se desplomaba y pedía auxilio para su subsistencia. Esto me recuerda a la catástrofe de Nueva Orleans con el huracán Katrina, en que la primera potencia mundial se vio arrasado por la fuerza de la naturaleza.

Todo esto mientras en otra parte del mundo los acontecimientos se precipitan hacia la revolución incluso a guerras civiles que pueden traer miles de muertes. Entre el tercer y el segundo siglo antes de Cristo, el comediógrafo Tito Maucio Plauto escribió “Homo homini lupus”, “el hombre es un lobo para el hombre”.

No somos capaces de protegernos de la naturaleza en medio del mejor momento tecnológico de la humanidad, no somos capaces de protegernos de nosotros mismos en medio de nuestro momento más civilizado, teóricamente. Como decía el pasado 11 de marzo, realmente estamos indefensos ante nuestra maldad, pero la cosa es aún peor, estamos indefensos ante la fuerza de lo que nos rodea. Somos absolutamente vulnerables, completamente desvalidos, sencillamente dependientes. Dependientes de que no ocurra nada a nuestro alrededor que nos destruya, dependientes de que no venga nuestro hermano o nuestro vecino y reclame nuestra ruina. Nuestra seguridad depende de unas condiciones ajenas a nosotros que no podemos controlar, mañana mismo podríamos estar en la misma situación que Japón, o que Libia. Nuestra vida realmente no depende de nosotros por mucho que nos intentemos engañar pensando que somos autosuficientes. En medio de nuestro mejor momento, la realidad es que somos un gigante con pies de barro.

1 comentario:

Dal Wehawax dijo...

Muy profundo análisis. Unas reflexiones más propias de un hombre de mi edad que de la tuya. Pero sea de la tuya o de la mía lo cierto es que es certera. ¿Por qué unos tipos tan raritos como tú y yo nos damos cuenta y la gente más normal y con más sentido común no? Macho, ¿de qué cómic hemos salido nosotros y los de ayer que comentaban en facebook? Yo no os veo para nada los pies de barro a las grandes potencias sí. ¡Y lo que se nos viene encima! Una noria de dolores dando la vuelta al mundo. Muy interesante y muy bien escrito tu artículo con garra y pasión para convencer. Mi aplauso. Dal

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