viernes, 11 de marzo de 2011

Pésame

Estaba en el instituto, con algunos amigos a la puerta de la clase de lengua, esperando a que llegara el profesor. Llegó un compañero, con los auriculares puestos, estaba escuchando la radio. Nos dijo que había habido un atentado de ETA en Madrid, en varias estaciones de tren, al parecer había sido un atentado gigantesco y había habido muchos muertos. El resto de esa clase estuvimos, junto con el profesor, siguiendo la última hora de esa carnicería.

Era el 11 de marzo del 2004, una fecha sin duda funesta para nuestro país y para toda Europa, pues se cometía el mayor atentado en toda su historia, que es bien larga. Se reafirmaba que estábamos presenciando un cambio en el mundo, después del 11-S, que entrabamos en una era mucho más complicada, mucho más oscura.

Después se vio que los atentados no fueron de ETA sino de Al Qaeda, que el mal venía de fuera, que el odio había cruzado mares para darnos la estocada en el corazón. Y es que la religión puede hacer mucho daño, sobre todo al servicio de los poderosos, llevamos siendo testigos varios milenios.

Aquel jueves negro, el odio mismo hizo explotar sincronizadamente 10 explosiones en cuatro trenes de la red de cercanías de Madrid, y dejaron, en medio de aquel infierno que las cámaras nos han dejado registrado, 191 vidas segadas, y casi 2000 heridos. 191 familias rotas, 191 sueños pisados por la férrea suela de la religión al servicio de la locura.

Hoy hace 7 años del mayor atentado de la historia de Europa. Mucho ha llovido desde entonces y muchos han sido los comentarios que han surgido respecto a este tema. Partidos políticos han usado esta atrocidad para acusar a otros de ocultar información, de mentir deliberadamente, de aprovechar la ocasión para ganar las elecciones que acontecieron 3 días después, se ha oído de la incompetencia de algunos cargos de las fuerzas de seguridad del estado, que hicieron posible la barbarie, se ha escuchado de todo tipo de conexiones malvadas y extrañas que ayudaron o posibilitaron los atentados y miles de rumores más, no me extrañaría escuchar algo sobre la conjura de alguna raza alienígena que movió a los yihadistas a actuar. El ser humano es capaz de buscar miles de razones en muchos sitios, de intentar cambiar la dirección de la atención popular para no hacer frente a la realidad. Y en este caso la cruda realidad es que 191 personas perdieron la vida, que los medios que tuvieron que velar por su seguridad simplemente fallaron, la verdad sencillamente es que el ser humano es malvado, que busca su propia destrucción por motivos perversos, y que somos incapaces de combatir contra ello. Lo cierto es que en la cumbre de nuestra civilización, con tantos adelantos y tantos derechos, en la civilización que conquistará las estrellas, somos unos desgraciados, no somos capaces de ver más allá de nuestro ombligo. Pero esto no es lo peor, lo peor es que, aún enterrados en nuestros propios excrementos, nos creemos algo, pensamos que podemos reclamar algo de alguien. Sencillamente somos iguales que aquel lobo que no podía dejar de lamer el filo que lo mataba.

Mi más profundo pésame a todas aquellas familias que perdieron a sus seres amados, a todas las madres que despidieron a sus hijos para que fueran a clase esperando tenerlos para comer unas horas después, a todos aquellos maridos que aún no han podido reponerse de las heridas de sus corazones, a todas las personas que sientan que desde aquel 11 de marzo del 2004 todos somos más frágiles, más vulnerables, a todos aquellos que saben que en ese jueves negro todos viajábamos en esos trenes, mi más profundo pésame.

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